sábado, 30 de agosto de 2008

*"Un Padre que perdona

UN DIOS PADRE QUE PERDONA
Dios no se escandaliza de los hombres. No se cansa de nuestras infidelidades: Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. . Nuestro Señor es tan padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos de su gracia”. . Esta es una realidad, que solo tenemos que conocerla, para comprender la historia de salvación que el Señor hace con cada uno de nosotros.
“Dios, nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos aunque no lo merezcamos. Sin tener en cuenta la calidad o cuantía de nuestros errores, como Padre amoroso y generoso, espera siempre de nosotros sus hijos que arrepentidos, volvamos a su encuentro, como nos enseña en la parábola del hijo prodigo“.
Esta verdad gozosa del misterio del amor paternal de Dios con sus criaturas, nos ha de llenar de esperanza y de deseos de tener rectitud de intención.
El espera por nosotros, El nos espera para que le tratemos.
El que tiene el remedio para muchas de nuestras tristezas espera que le llamemos, con confianza de hijos pequeños que ven en sus padres el remedio para todos los males.
Eso es Dios, para las almas sencillas, que le reconocen como tal. Y que ven en cuanto les rodea la mano y la mirada protectora de un Dios-Amor. Por encima de cualquier otra definición.
¿Cómo si no se puede entender, la infinita paciencia y misericordia, que muestra con los hombres?.
¿Quién; sino un Padre, puede perdonar y permitirnos empezar de nuevo a cada error?
Considerando esa paternidad real podemos también ver con más objetividad, y comprender el misterio de salvación que provoca en la Historia enviando a su Único y Verdadero Hijo Jesús, para que nos diga esto: Que es nuestro padre. Porque ese privilegio lo gana para nosotros, la muerte cruenta de la Cruz y su posterior Resurrección.
Nos abre la esperanza de conocerle un día cara a cara
¡Cuánto amor ha derramado Dios-Padre en su criaturas! Y ¡Qué duro nuestro corazón!. Seguro que has meditado más de una vez este acontecimiento feliz. Has pensado en que Dios es nuestro Padre, que nos ama con locura. Y al contemplarlo así, hemos saboreado el verdadero dolor de nuestras miserias, de nuestra falta de generosidad.
No tener presente este misterio, nos puede hacer andar como en el antiguo testamento vemos, a aquellos primeros hombres, acogiéndonos o poniendo en primer lugar el cumplimiento de una ley dada.
Ley además que a Jesús le llena de tristeza. Y el mismo dice que siente pena por la humanidad que anda como ovejas sin pastor.
El es el Pastor, que conoce y guía su rebaño, el que se preocupa por su pueblo. Dios padre, le envía para conducirnos, para abrirnos las puertas, los ojos y los oídos.
San Juan nos dice:
“ved que amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto“.
No es este el mejor motivo para nuestra alegría, por encima de todas nuestras deficiencias y dificultades. Quizás podamos entender mejor esta definición:
Filiación Divina: “Sabernos y sentirnos hijos de Dios“.
Y Este saber que Dios nos ama a todos por igual, también a los que como tu y yo antes probablemente andábamos un poco descarriados, sin reconocerle.
“Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, y un solo pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida“.
Nuestro Padre, esta interesado por todas las almas, la de los que no le conocen también.
Al leer este Evangelio, ¿No te entran ganas de ayudarle a Jesús a reunir a sus hijos?. Le preguntas conmigo ¿Padre que puedo yo hacer, para darte a conocer a los que no te conocen?.
No es verdad así mismo que al reconocernos como hijos de Dios, le vemos otro sentido a esta vida que a veces se nos muestra llena de hostilidades, de problemas, de cosas que no entendemos bien, pero que nos entristecen y turban.
¿Recuerdas como ha cambiado tu vida, al tomar conciencia de esa verdad tangible?: ”Soy hijo o hija de Dios, de un Dios vivo, que habita dentro de mi, sí yo lo busco”.
Más aún que me busca y me llama para ofrecerme la vida eterna, su mejor herencia. La vida de la gracia, como vestidos y joyas que adornen nuestra vida. Y su propio Hijo hecho alimento para mi alma”.
¿No se alegra nuestro corazón?. Como a los de Emaus, al reconocer que ha pasado a nuestro lado, que nos ha sacado de nuestra vida chata, y que ha abierto nuestros horizontes, a lo infinito.
En este modo de sentir a Dios como Padre, es en el que La Iglesia apoya toda su misión catequética y misionera, Realizando grandes esfuerzos para hacer llegar la Buena Noticia a todos los hombres sin distinción.
Respondiendo a la petición-mandato del maestro antes de subir al cielo, “Id por todo el mundo y anunciad todas estas buenas noticias“.
La Iglesia camina dos mil años después de este evento, para la humanidad: perdonando los pecados y bautizando en el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Llevando a todos los hombres ese único y feliz mensaje “Dios es nuestro Padre y nos ama”.
Tú y yo que tenemos la suerte de haber conocido esta gran noticia ¿Cómo vivimos esta realidad?.
Con gozo, con paz en medio de las tribulaciones, con alegría cristiana, que no es como decía S. Josemaría, risa de animal sano.

Esta noticia, es la Bienaventuranza que viene a transformar nuestra vida. A darle la alegría y la paz, que nadie nos puede arrebatar.
Ahora y siempre por que nada podrá arrancarnos este amor de Dios. Solo nuestra dejadez, nuestro olvido o inconsciencia puede hacernos desaprovechar tan gran regalo.
Tú y yo: negligentes, perezosos, vanidosos, egoístas y con mil y un defecto más. Tenemos un padre que nos ama con locura. Que quiere sacarnos de ese foso de tendencias que enturbian nuestra visión de la naturaleza, y nos hace ver en gris la existencia que se nos ha regalado, mientras damos vueltas sobre nosotros mismos.
En vez de levantar nuestra cabeza y mirando a nuestro lado, ver las maravillas que El. nuestro Padre Dios; ha puesto en nuestro entorno para hacernos felices: La familia, los amigos, los sacramentos, la luz del Sol, y los días de lluvia. La vida misma. La mía y la de los que me rodean. ¿Cómo podemos olvidar las maravillas de Dios?.
Solo nuestra ceguera, nos puede hacer pasar por alto, tantas bondades....

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