sábado, 30 de agosto de 2008

*"El Espiritú Santo nos ayuda a conocer al Padre por medio de Jesús"

La venida del Espíritu Santo. Viene a traernos la bendición y misericordia de Dios, que en su omnipotencia, no se olvida de la pobreza del hombre.
Y vuelve a venir sobre nosotros en forma de fuerza para nuestro Espíritu. Que junto con nuestro cuerpo debe dar gloria a Dios.
Dios padre en su infinita bondad, no cesa de enviarnos su ayuda, para que alcancemos a conocerle y con ello predisponernos a disfrutar de una vida plenamente feliz en la tierra y después en el cielo, con Dios.
Como dice S. Pablo: Ni la salud, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la riqueza, ni las tinieblas, ni la muerte, nos pueden separar de la dicha que Dios nos ofrece al llamarnos hijos suyos.
¿Dónde tiene el hombre su mirada?. ¿Dónde tiene puesto el corazón?. ¿Por qué se angustia y se sofoca preocupado por un futuro que no le pertenece?.
Solo El Espíritu Santo, fuerza del Dios vivo, puede abrir los ojos de los ciegos, y soltar las lenguas para dar a conocer estas verdades.
Señor mío, Espíritu Santo, fuerza del Dios vivo, Sustancia del Padre, que engendro al Hijo, para desvelar a los hombres, tus criaturas, todas estas novedades, intemporales. Vuelve hoy sobre nosotros y limpia nuestros ojos, para ver Tus designios con claridad, y alertarnos sobre los enemigos que nos acechan, detrás de la desinformación y la falta de formación y de conocimiento de todas las verdades reveladas para mayor gloria tuya y bien de nuestras almas.
Tímidamente algunos hombres y mujeres abren nuevos caminos siguiendo las luces que el Espíritu Santo les da para ayudar a los hombres que viven distintas circunstancias, que crecen y se desarrollan siguiendo el ritmo de los tiempos.
Nuevos caminos dentro de la Iglesia, Bienaventuranzas que vienen para el bien común. Donde otros hombres y mujeres se han consagrado para servir a los demás en medio del mundo, con distintos carismas. ¡Que alegría saber que sigues inspirando vías para que el hombre te conozca.

El Misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los tesoros que los Cristianos de todos los tiempos poseemos, unas veces sabiéndolo, otras ignorándolo, pero Dios desde el principio, aparece en la vida de los hombres bajo estas tres personas, siendo un único Dios.
Es el misterio central de nuestra fe y de nuestra vida como cristianos. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado y se une con ellos“.
El desconocimiento de las verdades de la Fe, acarrea el desconocimiento de Dios y viceversa. Así como las personas se muestran en sus obras, a medida que conocemos más a la persona, mejor podremos comprender su obrar. Es esto lo que pasa también con el interés en querer conocer mejor a Dios en sus tres personas.
Sin embargo solo como Don de Dios, podemos disfrutar de conocer estas verdades reveladas. Luego la Fe, no la podemos dar nosotros a nuestros hermanos.
Podremos darla a conocer, diciendo yo creo en esto o en lo otro. Pero el que la otra persona lo crea, dependerá en gran parte de sus disposiciones y de la voluntad de Dios.
El nombre de Padre, otorgado a Dios, en muchas religiones, y desde muy antiguo por la creación, tiene además una doble dimensión en el pueblo de Israel en razón de la Alianza y del don de la Ley a quien se la entrega como su primogénito. Él titulo de Padre dado a Dios nos determina dos aspectos:
1º Que es origen primero de todo y autoridad trascendente.
2º La ternura paternal de Dios, expresada en su bondad y solicitud para todos sus hijos. Ternura que a veces se expresa igualmente con la imagen de la maternidad. (Como es natural, el lenguaje de la fe se sirve de la experiencia humana, a fin de poder ser entendida por los hombres).
En las escrituras se nos explica por boca de Jesús este Misterio.
S. Lucas nos dice: “En aquella hora lleno de gozo Jesús en el Espíritu Santo, dijo: Yo te alabo, OH Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has tenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos, y las manifestaste a los pequeños. Sí Padre, por que así fue tu voluntad. Todo lo he recibido de mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre, y quien es el Padre, sino el Hijo y aquel a quién quisiera el Hijo revelárselo“. Así desde el principio los apóstoles, confiesan a Jesús como Hijo de Dios.
Y siguiendo esta tradición apostólica en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea La Iglesia confiesa que El Hijo es “consubstancial al Padre, es decir Son un solo Dios.
En el año 381 Segundo concilio Ecuménico que se hace en Constantinopla, conserva esta definición en el credo y confiesa: ”Al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado”.
Esta verdad, que como vemos por este pequeño recorrido histórico, Dios ha querido enseñarnos no es solo una teoría con más o menos fundamento. Es uno de los principios en que se fundamenta y se hace necesario para los conocedores de este misterio una acción, una respuesta de parte del hombre. Si sabemos que Dios es nuestro Padre, nuestra motivación es la de actuar como Hijos suyos.
Como ser buenos hijos de Dios, es una de las cuestiones que debemos considerar en este tiempo. Sabiendo como decía S. Juan, que este conocimiento solo nos puede venir de Dios y gracias a la acción actual del Espíritu Santo.
¿Qué hay en mi forma de pensar, de actuar, que de testimonio de esta relación o vinculo, que soy y me siento hijo de Dios?. ¿Hay algún signo, que pueda descubrirme ante los demás como hijo de Dios?.
¿Doy testimonio de alguna forma de este favor que se me ha hecho, sin merecimiento alguno por mi parte?
Como los hijos del hombre, se parecen físicamente a sus padres, Nosotros hijos de Dios. Deberíamos parecernos a Él. Siguiendo el consejo de Jesús: imitándole en la búsqueda de la verdad, de la perfección, (Intentando hacer lo que debamos, lo mejor posible), buscando el bien en nuestro entorno y para nuestro entorno. Ayudando, compartiendo, perdonando. . .
Estas verdades, impresas en nuestro corazón desde nuestro Bautismo, son la semilla que puede o no dar fruto, porque necesita de nuestra voluntad para desarrollarse. En la medida que una vez conocida esta verdad, nuestras tendencias se conduzcan a ir conociendo mejor a nuestro Padre. Y nuestra meta se centre en ser cada día mejores hijos de Dios, por pura justicia a tan gran favor.
Dice S. José Maria en “Es cristo que pasa”:
“Al principio costará; hay que esforzarse en dirigirse al Señor, en agradecer su piedad paterna y concreta con nosotros. Poco a poco el amor de Dios se palpa- aunque no es cosa de sentimientos”.
Hoy que hemos hecho la intención de examinar como vivimos esta filiación, podemos comenzar por considerar este Misterio de Amor que es la Paternidad de Dios, sobre nosotros, pobrecitas criaturas. Comenzar por agradecer este Don. Examinadnos sobre nuestra correspondencia a esta gracia que hemos recibido, sin merito alguno.

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