sábado, 30 de agosto de 2008

*"Introducción":

El libro que hoy quiero presentarte, podríamos decir que nos habla de la Misericordia de Dios, para con nosotros.
Vamos hablar aquí del amor que Dios tiene al hombre, y de los medios que pone a nuestro alcance, para que le conozcamos, le tratemos y colaboremos con Él.
Podemos hacer dos bloques, bastante diferentes, pero los dos, tienen los objetivos que antes te mencionaba.
La primera parte esta dedicada a dar unas pinceladas sobre las cuestiones o temas que nos hacen poder conocer al Señor.
La segunda parte, habla más concretamente del amor que Dios nos tiene, al dejarnos un medio tan maravilloso como es la confesión sacramental, para que el hombre que se pierda en la espesa neblina de sus días, vuelva a reencontrarse con Él.
Voy a intentar escribir lo más en primera persona que pueda, No para que me conozcas, sino para que al leer, seas tu mismo quien te cuestiones sobre los temas que vamos a tratar.

*"Comunión de los santos"

COMUNIÓN DE GRACIAS EN LA IGLESIA
TODOS TENEMOS QUE VER CON TODOS
Nuestro vivir como cristianos nace en el momento en que nuestros padres, (En la mayoría de los casos), Nos llevan a las parroquias, demasiado pequeños para ser conscientes de lo que ocurre en nuestra alma. Y nos dan el Bautismo.
Ciertamente, es el paso más importante, el favor más grande que nos hacen en toda nuestra vida. Pero también es cierto que muchos padres siguen haciendo esto, sin tener consciencia del gran misterio de salvación que hay en esta costumbre cristiana. Y que después de bautizados, se les olvida explicarles a sus hijos que en ellos está la semilla por la cual en su alma, pueden entrar todas las gracias que Dios tiene destinado para él.
A lo largo de nuestra vida podemos tener la suerte o no de que alguien nos descubra esta verdad que esta inscrita en nuestra alma. Pero muchos no tienen esa oportunidad. No tienen quien les aliente a profundizar en la fe en la que han sido bautizados.
Mucha más coherencia encontramos a veces en personas de otras religiones, dándonos a veces la sensación de que hay muchos cristianos que no saben dar razón de su fe. Muchos ni siquiera saben diferenciar las verdades en las que se supone deben creer, o confiesan creer.
Esta realidad, nos debería llevar a escándalo. Pero no suele ser así. Simplemente día a día, vemos como proliferan actitudes contrarias a nuestra fe, que son vividas con naturalidad en personas que se definen como cristianos, Y lo son, por razón de su Bautismo.
¿Cuál es el error?, ¿Dónde está la raíz de tanta incoherencia?.
- Yo me atrevo a afirmar, al menos en muchos casos que conozco, que la gente es buenísima, que no llevan mala intención, Que no desobedecen ninguna ley, por pura comodidad o egoísmo.
Sencillamente, la gente no tiene información, sobre temas de fe. Luego es su falta de formación quien la excusa de todo el mal que provoca, con sus actuaciones.
Podríamos sentarnos y decir: ¿Cómo que provoca con sus actuaciones?, ¿Allá cada cual con sus obras!.
Ese es nuestro fallo. Los que practicamos, no siempre estamos bien formados tampoco. A veces vivimos a medias entre lo que recordamos de haber oído, en homilías u otros medios de formación, mezclado con nuestra propia experiencia de cristianos laicos, personas corrientes, de Misa de domingo y cumplimiento de las leyes de la Iglesia, que son más fáciles de vivir que las leyes de Dios.
Y podemos creernos justificados, y pensar que los que están fuera o no practican tanto, viven en un error que para nada nos influye.
A veces el cristiano, practicante, puede tener la tentación de preocuparse únicamente por hacerlo bien él. Y ese puede ser un buen principio, pero no llegara a un buen fin si solo se emplea en sí mismo.
Desde el Misterio mismo de la Santísima Trinidad. Que son tres y no uno. La definición de Cristo como cabeza de un cuerpo místico. Nos hace estar A todos interrelacionados por la vida de la gracia. De modo que la enfermedad en un miembro afecta a la salud del cuerpo, y la felicidad de un miembro, afecta a todo el cuerpo.
Como hablamos de la Iglesia. Como cuerpo místico. El pecado en uno de sus miembros, afecta al resto de los miembros. Y las gracias que cualquiera de los miembros pueda alcanzar por su oración, mortificación, recepción de un sacramento, etc, afecta igualmente, Es repartida de alguna manera entre el resto de los miembros.
Esto explicado así, de una forma sencilla, es parte de un dogma muy importante en la Iglesia, que es a lo que llamamos “la comunión de los santos”. Que no es: el día mundial en que todos los santos están en una misa juntos, como me contestaba un niño en la catequesis.
En las leyes de la Iglesia, encontramos la ley de mínimos, que como institución nos pide a sus fieles, a la luz del Espíritu Santo. Con el dolor de madre, pues ni aun estos lo cumplimos, ni le llena de satisfacción.
¿A que madre puede satisfacer que su hijo solo le visite un par de veces en el año?. ¿Puede contentarle a pesar de su entrega, de la abnegada generosidad de su creador y fundador que sus hijos desconozcan sus necesidades materiales, o afectivas?.
¿A que madre, que pone todos los días la mesa del Altar para alimentar a sus pequeños, le puede alegrar la ausencia o distracciones de estos?.
Con razón celebra por todo lo alto y se alegra con gozo en la Pascua de Resurrección, que probablemente sea una de las pocas fechas donde la mayoría de sus hijos a los que llama cristianos, regresan al seno de la Iglesia a pedir perdón por los descuidos de los otros 359 días del año litúrgico.
Entre exagerado y anecdótico este resumen es tristemente el que podríamos hacer de la actitud y pasividad del Cristiano de a pie. Posiblemente de ti y de mí, aún pudieran decirse cosas peores, y por ello, Con respeto para todos mis hermanos en la fe pido perdón por mis errores y los de mis hermanos, a Dios y a los hombres, que viendo nuestra actitud, sienten escándalo de los seguidores de Jesús.
2 - NECESIDAD DE REPARACIÓN
¿Cuánto dolor te hará a ti, mi niño Dios en la Cruz?. Ver la pobreza de tus hijos, a pesar de todos tus cuidados. ¡Cómo me duele la Iglesia!, Pobre madre mía, fundada, para nuestro bien por el artífice de todo lo creado. Cuanto mal hacemos tus hijos en medio del mundo, con nuestra falta de generosidad, de coherencia, de humildad.
¡Cómo me dueles madre!,¡Cómo me dueles cuerpo mío!.Pues yo soy parte de ti, y lo que a ti, te hiere, a mí también, lo que a ti te ofende, a mí debería ofenderme.
A veces nos es muy fácil tener una cabeza de turco a quien echarle la culpa del mal. Que difícil comprender, o ayudar a reparar ese mal entre todos, sabiéndonos responsables unos de otros.
Si mi hermano yerra. Y yo solo le juzgo... Sino me duele su dolor, su falta de formación o su debilidad como si fuera la mía propia. ¿En que me he convertido?.
Cuando veo morir a mis hermanos de hambre, a manos de una violencia cruenta provocada, por desalmados que en pro de los poderes políticos, económicos o sociales, que justifican sus sangrientas guerras y ofensas contra gente sencilla, en razón de la raza, color, o las ideas. Y paso pagina, como si a mi nada me importará... Tendré que plantearme si no estoy consintiendo.
¿Qué podría hacer yo?, Que tengo mi vida echa, que vivo en paz, que no necesito de nada ni de nadie. Que no pertenezco a partido político ni grupo social con poder de cambiar las cosas.
¡Que cómoda es mi posición!. Sin embargo, sigo siendo parte y cuerpo de esos hermanos que sufren. ¿Acaso es que mi corazón se ha vuelto tan duro, que no reconoce ni a los de su propia especie?
No es verdad que hoy al leer en el libro de salmos, el Señor me habla también a mí. Cuando me dice que soy parte de un pueblo de cerviz dura y más duro corazón.
En el Evangelio, Jesús me invita a tomar la cruz, a negarme a mí mismo. ¿Que significado tienen hoy esas palabras que suenan a sacrificio heroico, por buscar el bien, para mí alma y para las de mis hermanos?.
Ante mis pequeñas contrariedades, en donde me encuentro con mi trocito de cruz, ¿Reniego de ella, y escurro el hombro, quejándome como uno más?.
¿Pobrecito cuerpo débil de la Iglesia, yo que soy parte de ti, y ni siquiera hago este intento de aprovechar las contrariedades o las poquitas cosas de las que hoy puedo privarme sin que nadie lo note por redimir contigo. Falta de amor, eso solo eso.
No se lleva tener espíritu de mortificación, ese espíritu del amor sacrificado como el de las madres, las buenas esposas o amigas que perdonan una y otra vez.
Soy Iglesia con el resto de mis hermanos en la fe. Hemos sido llamados a vivir en el seno de los hijos de Dios. Más aun soy parte de la humanidad. Aunque no compartamos el mismo credo, ni tengamos todos el mismo color. Soy hermano/a de todo el mundo, por que soy hija/o de Dios, que es Padre de todos los hombres.
¿Cómo puedo echar la culpa a otros, si yo no hago nada por ellos?. Siempre estará a mi alcance la oración incansable de petición a Dios, por sus hijos, por su pueblo.
Muchos hombres y mujeres sufren, mientras yo sigo escondiendo la cabeza tras mis comodidades. Y además me permito juzgar y criticar, al que mete la pata. ¡Pobrecita Iglesia mía!, ¡Pobrecito cuerpo mío!, ¿Qué puedo yo hacer por aliviar un sufrimiento a mis hermanos?.
Perdónanos Señor. Perdona otra vez a tu pueblo. . .
Más tu misericordia aun espera paciente a que yo y mis hermanos despertemos de este letargo de egoísmos y vanidades que nos envuelve.
¡Pobrecito, mi niño Dios en la Cruz, por causa de mis pecados y los de todos los hombres! ¡Que pesada carga, llevas!.
¿En que puedo yo aliviarte?. ¡Tan cerca de mí, Señor!, Pasando hambre de comida, hambre de conocimiento de tu verdad, de tu cruz salvadora; Mi niño Dios, ¿Qué puedo hacer, y como?
Puedo mirar en mi entorno y ver en que puedo ayudar yo, y desterrar la comodidad de echarle la culpa a los demás. . .Implicarme.

*"El Espiritú Santo nos ayuda a conocer al Padre por medio de Jesús"

La venida del Espíritu Santo. Viene a traernos la bendición y misericordia de Dios, que en su omnipotencia, no se olvida de la pobreza del hombre.
Y vuelve a venir sobre nosotros en forma de fuerza para nuestro Espíritu. Que junto con nuestro cuerpo debe dar gloria a Dios.
Dios padre en su infinita bondad, no cesa de enviarnos su ayuda, para que alcancemos a conocerle y con ello predisponernos a disfrutar de una vida plenamente feliz en la tierra y después en el cielo, con Dios.
Como dice S. Pablo: Ni la salud, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la riqueza, ni las tinieblas, ni la muerte, nos pueden separar de la dicha que Dios nos ofrece al llamarnos hijos suyos.
¿Dónde tiene el hombre su mirada?. ¿Dónde tiene puesto el corazón?. ¿Por qué se angustia y se sofoca preocupado por un futuro que no le pertenece?.
Solo El Espíritu Santo, fuerza del Dios vivo, puede abrir los ojos de los ciegos, y soltar las lenguas para dar a conocer estas verdades.
Señor mío, Espíritu Santo, fuerza del Dios vivo, Sustancia del Padre, que engendro al Hijo, para desvelar a los hombres, tus criaturas, todas estas novedades, intemporales. Vuelve hoy sobre nosotros y limpia nuestros ojos, para ver Tus designios con claridad, y alertarnos sobre los enemigos que nos acechan, detrás de la desinformación y la falta de formación y de conocimiento de todas las verdades reveladas para mayor gloria tuya y bien de nuestras almas.
Tímidamente algunos hombres y mujeres abren nuevos caminos siguiendo las luces que el Espíritu Santo les da para ayudar a los hombres que viven distintas circunstancias, que crecen y se desarrollan siguiendo el ritmo de los tiempos.
Nuevos caminos dentro de la Iglesia, Bienaventuranzas que vienen para el bien común. Donde otros hombres y mujeres se han consagrado para servir a los demás en medio del mundo, con distintos carismas. ¡Que alegría saber que sigues inspirando vías para que el hombre te conozca.

El Misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los tesoros que los Cristianos de todos los tiempos poseemos, unas veces sabiéndolo, otras ignorándolo, pero Dios desde el principio, aparece en la vida de los hombres bajo estas tres personas, siendo un único Dios.
Es el misterio central de nuestra fe y de nuestra vida como cristianos. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado y se une con ellos“.
El desconocimiento de las verdades de la Fe, acarrea el desconocimiento de Dios y viceversa. Así como las personas se muestran en sus obras, a medida que conocemos más a la persona, mejor podremos comprender su obrar. Es esto lo que pasa también con el interés en querer conocer mejor a Dios en sus tres personas.
Sin embargo solo como Don de Dios, podemos disfrutar de conocer estas verdades reveladas. Luego la Fe, no la podemos dar nosotros a nuestros hermanos.
Podremos darla a conocer, diciendo yo creo en esto o en lo otro. Pero el que la otra persona lo crea, dependerá en gran parte de sus disposiciones y de la voluntad de Dios.
El nombre de Padre, otorgado a Dios, en muchas religiones, y desde muy antiguo por la creación, tiene además una doble dimensión en el pueblo de Israel en razón de la Alianza y del don de la Ley a quien se la entrega como su primogénito. Él titulo de Padre dado a Dios nos determina dos aspectos:
1º Que es origen primero de todo y autoridad trascendente.
2º La ternura paternal de Dios, expresada en su bondad y solicitud para todos sus hijos. Ternura que a veces se expresa igualmente con la imagen de la maternidad. (Como es natural, el lenguaje de la fe se sirve de la experiencia humana, a fin de poder ser entendida por los hombres).
En las escrituras se nos explica por boca de Jesús este Misterio.
S. Lucas nos dice: “En aquella hora lleno de gozo Jesús en el Espíritu Santo, dijo: Yo te alabo, OH Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has tenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos, y las manifestaste a los pequeños. Sí Padre, por que así fue tu voluntad. Todo lo he recibido de mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre, y quien es el Padre, sino el Hijo y aquel a quién quisiera el Hijo revelárselo“. Así desde el principio los apóstoles, confiesan a Jesús como Hijo de Dios.
Y siguiendo esta tradición apostólica en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea La Iglesia confiesa que El Hijo es “consubstancial al Padre, es decir Son un solo Dios.
En el año 381 Segundo concilio Ecuménico que se hace en Constantinopla, conserva esta definición en el credo y confiesa: ”Al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado”.
Esta verdad, que como vemos por este pequeño recorrido histórico, Dios ha querido enseñarnos no es solo una teoría con más o menos fundamento. Es uno de los principios en que se fundamenta y se hace necesario para los conocedores de este misterio una acción, una respuesta de parte del hombre. Si sabemos que Dios es nuestro Padre, nuestra motivación es la de actuar como Hijos suyos.
Como ser buenos hijos de Dios, es una de las cuestiones que debemos considerar en este tiempo. Sabiendo como decía S. Juan, que este conocimiento solo nos puede venir de Dios y gracias a la acción actual del Espíritu Santo.
¿Qué hay en mi forma de pensar, de actuar, que de testimonio de esta relación o vinculo, que soy y me siento hijo de Dios?. ¿Hay algún signo, que pueda descubrirme ante los demás como hijo de Dios?.
¿Doy testimonio de alguna forma de este favor que se me ha hecho, sin merecimiento alguno por mi parte?
Como los hijos del hombre, se parecen físicamente a sus padres, Nosotros hijos de Dios. Deberíamos parecernos a Él. Siguiendo el consejo de Jesús: imitándole en la búsqueda de la verdad, de la perfección, (Intentando hacer lo que debamos, lo mejor posible), buscando el bien en nuestro entorno y para nuestro entorno. Ayudando, compartiendo, perdonando. . .
Estas verdades, impresas en nuestro corazón desde nuestro Bautismo, son la semilla que puede o no dar fruto, porque necesita de nuestra voluntad para desarrollarse. En la medida que una vez conocida esta verdad, nuestras tendencias se conduzcan a ir conociendo mejor a nuestro Padre. Y nuestra meta se centre en ser cada día mejores hijos de Dios, por pura justicia a tan gran favor.
Dice S. José Maria en “Es cristo que pasa”:
“Al principio costará; hay que esforzarse en dirigirse al Señor, en agradecer su piedad paterna y concreta con nosotros. Poco a poco el amor de Dios se palpa- aunque no es cosa de sentimientos”.
Hoy que hemos hecho la intención de examinar como vivimos esta filiación, podemos comenzar por considerar este Misterio de Amor que es la Paternidad de Dios, sobre nosotros, pobrecitas criaturas. Comenzar por agradecer este Don. Examinadnos sobre nuestra correspondencia a esta gracia que hemos recibido, sin merito alguno.

*"Un Padre que conoce la pobreza de sus hijos"

UN PADRE DIOS, CONSCIENTE
DE LA POBREZA DE SUS HIJOS.
¡Cuantas gracias tenemos que darte Padre mío, por todas estas cosas, que has dado a conocer a los que componemos tu viña!.
Como las buenas madres, Tu al pie del hijo de enfermo, por la debilidad de su naturaleza humana, que después del pecado original, puede enfermar, padecer, y morir con dolor físico y espiritual para los que acompañan en este caminar por la existencia con un cuerpo mortal.
Tú, Padre, te haces madre a través de la Iglesia Santa, que fundó Tu Hijo Jesús, para todos los que después de este gran evento para la salvación de la humanidad hemos sido Bautizados en Tu nombre: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En estos días, donde el hombre contemporáneo no quiere saber del sufrimiento, y se apoya en la ciencia y en los placeres, en la comodidad y el activismo. Cosas que hacemos con prisa, como con afán de dominar el tiempo que vivimos, y que no nos pertenece.
Vivimos como en una carrera precipitada, donde nos molesta todo lo que entorpece nuestra marcha; A la sociedad de hoy les estorban: los niños, los ancianos, los enfermos y los pobres, porque nos hacen perder nuestro tiempo.
Ese tiempo precioso que pagamos con grandes esfuerzos físicos en gimnasios y grandes caminatas por conservar el tipo elegante.
Tiempo precioso de amontonar fortunas para otros, y llenar nuestra casa de todo tipo de inventos tecnológicos.
Pareciera que este tiempo solo fuera tiempo de vivir, y que la enfermedad y la muerte fueran errores de nuestra historia.
Mientras vivimos, no podemos considerar la muerte, por que, allí, acabarán nuestras historias, nuestras preocupaciones, nuestros deseos y nuestras victorias. Perecederas.
Sí hemos vivido así, contemplando toda esta experiencia maravillosa de vivir como algo que solo tenía un presente y quizás un pasado. Es razonable, y hasta justificable que solo tenga importancia el goce, la búsqueda del placer, y de una paz, que nunca nos saciara, por que ni siquiera esto llena la vida del hombre.
El hombre, ese ser que ha poblado el universo; con su expansión y sus ambiciones, no es solo un animal con necesidades físicas. Es un ser superior, dotado de unas cualidades que no solo se perciben en su físico. Si no que están inscrita en sus almas.
Tal vez sea que al hombre se le ha olvidado que posee un alma, que tiene que alimentar y cuidar, como a su parte exterior, y que además no se sacia si no es en su fin último, y este es el encuentro con su creador.
¿De que estoy hablando?. Me dirán aquellos que se declaren ateos, o aquellos que nunca hallan oído hablar de Ti, su Padre. Que les busca, que les cuida, que les mira, desde muy cerca, y que lleva esperando la vida de cada uno de nosotros, para que encontremos la felicidad, en Ti.
¿De que estoy hablando?. Me dirán aquellos que me ven luchar cada día, sin éxito, con achaques, con caídas y levantadas momentáneas.
¿De qué estoy hablando?. No será, que los hombres se han acostumbrado a oírnos repetir tus palabras, sin lograr descubrir el cambio profundo que en nuestras almas se realiza al encontrarte.

*"Donde está la diferencia"

¿DÓNDE ESTÁ LA DIFERENCIA?
Esa es una de las características de la liberad dentro de la Iglesia universal, nuestra falta de coherencia, nuestro parecernos demasiado unos a otros.
Los que son y no son aparentemente iguales, con los mismos problemas, con los mismos intereses; con las mismas actitudes antes las mismas cuestiones.
¿Qué nos esta pasando?. Los cristianos no nos diferenciamos de los que no lo son. Luego: ¿Para que ser?, No es eso, lo que nos reprochan los que viven cerca. Sin embargo Dios mismo sigue gritando desde su Palabra: ”Convertios”.
Conversión, que insistentemente hemos de pedir se nos conceda.
Bien cierto es, que estas verdades vienen para ser disfrutadas y conocidas por todos los hombres. A todos nos quiere el Señor. Por que es Padre de todos. Sin embargo no todos escuchan sus mociones interiores, y estas llamadas o estas veces en que el oyente, escucha y dice: “Sí”. Cuando esto ocurre, cuando alguien que conoce que Dios nos llama decide libremente seguir esas mociones dice de sí mismo que tiene vocación. Podríamos entonces decir que vocación es el descubrimiento de esa llamada que Dios hace a los hombres y mujeres de todos los tiempos a conocerle, para que le amen, y descubran todo lo que Él nos ama. El descubrimiento de ese signo de predilección, muchas veces es casi inexplicable, hasta para el que la recibe. Pues no es la llamada recibida solo por los buenecitos, por los que buscan en su vida actuar y vivir con rectitud y justicia. No se puede saber que medida tendrá Dios para elegir a unos u otros, pero es fácil imaginar que en la mayoría de los casos será más fácil que puedan oír esta llamada los que llevan una vida más o menos en contacto con la Iglesia.
Hay sin embargo muchas excepciones en que como la confirmación, de que es Dios quien llama, la vocación sorprende lejos de toda preparación y sin que hubiese de antes ningún deseo de búsqueda de Dios. De los primeros cristianos S. Pablo, no solo no aceptaba la doctrina de Jesús, sino que con esfuerzo se esmeraba en perseguir a todos los cristianos. Después de este botón, que desconcertaría a Judíos, Cristianos y Romanos, han sido muchos los ejemplos de personajes, que a lo largo de la historia se ha encontrado con Dios, de forma casual, “para él sujeto”.
Este modo de actuar de nuestro Dios, del que doy fe, sigue habiendo muchos ejemplos que probablemente no saldrán a la luz, por que son personas corrientes, que tras ese descubrimiento, Dios ha transformado sus vidas interiores pero siguen siendo ciudadanos corrientes, en medio de actividades cotidianas, sin que por este precioso Don que adorna su alma, tenga que hacer nada fuera de lo común. Y quizás solo lo notan las personas que mejor le conocen o están más cerca de él.
Es por ello que sé, que a tu lado y al mío, sigue habiendo muchos que les cuesten descubrir, ese tesoro que lleva escondido. Pudiera parecer que lo oculta por miedo a perderlo. O por respetos humanos. Parece que nos avergonzáramos de este Don.
Todo esto me hace recordar la predicación de Jesús. Y me hace sentir la imperiosa actualidad de toda ella. Se podría decir que el hombre no ha evolucionado, sigue necesitando las mismas enseñanzas. También con alegría podremos decir que nuestro Dios es El mismo y sigue llamando al hombre desde siempre con los mismos argumentos. Para que le sigamos, en búsqueda de la Felicidad Eterna que solo se encuentra en Él.
Pero: ¿Cuál es la diferencia de un hombre o mujer con vocación de uno que se supone no la tiene?. El fundador del Opus Dei, por el año 1932, lo explicaba así:
“Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que los otros llaman vocación. La vocación nos lleva, -sin darnos cuenta- a tomar una posición en la vida que mantendremos con ilusión y alegría, llenos de esperanza hasta el trance mismo de la muerte.
Es un fenómeno que comunica al trabajo un sentido de misión, que ennoblece y da valor a nuestra existencia”. “A la vuelta de tantos siglos – concluía S. José Maria-, quiere el Señor, servirse de nosotros para que todos los cristianos descubran, al fin el valor santificador y santificante de la vida ordinaria –del trabajo profesional- y la eficacia del apostolado de la doctrina con el ejemplo, la amistad y la confidencia.
La diferencia por tanto es grande, mientras la mayoría trabaja y vive por motivos humanos, temporales. Todas las actividades de un cristiano se convierten en obras con valor de eternidad. Mientras cualquier hombre, actúa sabiéndose sometido a unas leyes humanas; El cristiano, vive pendiente de un juicio de Dios. Y su obrar puede ser igual que el de una persona que no cree. Sin embargo no tienen los mismos fines, ni la misma proyección.
Cualquier persona con su vida, y sus obras, puede ser productivo y provechoso para la sociedad. Un cristiano además tiene el deber de procurar ser santo. Por que eso es a lo que ha sido llamado por Jesucristo.

*"Somos hijos de Dios"

SOMOS HIJOS DE DIOS
Motivo de mi alegría es esta afirmación y espero que lo sea tuya.
Pues no hay Don mayor que el sabernos “HIJOS DE DIOS”:Es una realidad cimentada en la encarnación, muerte y resurrección del mismo Jesús. Y raíz y centro de toda su predicación. Pues hasta entonces, el pueblo Judío trata a Dios como un Señor temible y terrible. Tanto empeño tiene en ello que
Dios, permite o envía a su propio hijo a enseñarlo a los hombres y Este ofrece su vida, por todos, como cordero, conciliador, entre Dios y la especie humana. Ese es el principal fundamento de nuestra Filiación divina, “Somos hijos de Dios, gracias a los méritos de Nuestro Señor Jesús, conseguido al precio de su sangre“. “Un hijo de Dios, trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que esta lleno de sinceridad y de confianza.
Una vez centrados en la razón y la consciencia de que somos Hijos de Dios por las gracias concedidas a través de la cruz de Cristo. Quizás podamos seguir hablando de la Filiación Divina como una de las características que tendría que distinguirnos a los creyentes de los que por desgracia para ellos no lo saben.
La Filiación Divina, es una actitud interior del alma, como la de ser hombre o mujer, blanco, moreno o negro. Esta presente en nuestros pensamientos, obras y gestos, con la naturalidad de hijos pequeños que imitan a sus padres.
Los Cristianos deberíamos parecernos a nuestro Padre Dios: -en la forma de amar, en la forma de encauzar nuestras vidas, en la reflexión de las verdades que se nos han dado a conocer.
Supone darle un ritmo de acción de gracias ante nuestros defectos, por los que le pedimos con humildad y sencillez perdón. Y supone comprender al resto de los hombres, ¡Tanto que nos gusta juzgar, verdad!, Que pronto olvidamos nuestras torpezas.
Nosotros, sin merito propio, hemos sido escogidos para llevar a los hombres la luz de Cristo. A través de que nos vean comportarnos como Hijos de Dios, de un Dios que acoge, que perdona, que se preocupa por todos.
Nos han de ver gastarnos en el ejercicio interior de arrepentirnos de nuestras malas inclinaciones, de nuestros arranques desenfrenados.
Si nos ven equivocarnos como ellos, por que ocultarles nuestro arrepentimiento.
Los que nos llamamos hijos de Dios, y como decía S. Juan: lo somos tenemos una gran responsabilidad ante nuestros hermanos en la fe, Los que practican y los que no lo hacen tanto, o al menos no les vemos hacerlo.
Tal vez es que lo que ven en nosotros les hace dudar de la eficacia del trato con Dios.
La gente muchas veces tiene una fe natural, que la da Dios, y rezan a escondidas, quizás con mucha más devoción que tu y yo juntos, Casi todos creen en Dios.
La mayoría de las veces nos dan lecciones magistrales del vivir generosos ante las necesidades de los más desfavorecidos, les vemos actuar con justicia en sus asuntos sociales y compromisos, Tu y yo que tratamos al Señor a diario en la Comunión, que oímos o leemos su palabra con frecuencia. ¿En que nos diferenciamos?.
Nuestro deber de ser fieles a sus enseñanzas.
Nuestra responsabilidad de esforzarnos por ser mejores hijos, y mejores hermanos de todos los hombres. Dando sentido practico a la llamada a la santidad que hemos recibido de El. Pues que planes ha de tener Dios para sus hijos sino que lleguemos al cielo y seamos felices, ahora y después eternamente.
Como cuando éramos pequeños y nos fiábamos plenamente de nuestros padres y acudíamos a ellos en toda necesidad, Dios sigue esperándonos, para que nos apoyemos en El.
Dóciles en sus enseñanzas, para dejarnos transformar por El. Para aprender a contemplar y amar al mundo y al hombre como obra de Dios.
¡Qué te encuentre, Señor en esta vida mía!, que te vea en el rostro de mis hermanos, que me encuentre contigo en mi trabajo, en mi quehacer diario, en mis ratos de oración y sobre todo Padre que sepa buscarte.
Que me prepare cada día mejor para recibirte en la Comunión, En el Perdón. Enséñame a desagraviar tanto olvido mío y de los demás.
¿Cuándo más cerca de ti, Señor?, Que cuando me invitas al milagro actual de cada Eucaristía. Recuerdo a una persona que me decía: Que pequeño, y humilde se hace mi Dios, cuando viene a mí, insignificante.¡Tan cerca de mí señor! Y yo a veces tan despistado.
A ti, Señor, te duelen todas las almas, ¡Que sienta yo también esa preocupación por ellas.
La Filiación Divina, nos ha de llevar a desear que todos le reconozcan y le amen. Y lo empezaremos a lograr, Si primero le pedimos que nos enseñe a tener cariño y comprensión con los demás aunque no piensen como nosotros, aunque nos juzguen o se rían.
Dice S. Pablo:
“Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo por amor a Dios”.
Eso solo lo podemos conseguir si mantenemos lo que llamamos “La Presencia de Dios”.
Dios como decíamos antes es un padre, que siempre vela por nosotros y que en muchas ocasiones nos invita a velar a nosotros. A no olvidarle por los afanes de la vida.
La presencia de Dios es la que nos ayuda o garantiza nuestra coherencia cristiana. En medio de cualquier actividad humana, pasando todos nuestros asuntos particulares, por la criba de Dios.
Poniéndolo todo en su presencia: los proyectos, las luchas, los fracasos y victorias, los problemas y las alegrías, las inquietudes y sobre todo a las personas que queremos. Pidiendo por ellas y para ellas, lo que más le convenga.
Un cristiano, es todo el día hijo de Dios. No solo la media hora de la Misa, o solo en las fiestas de Navidad y Semana Santa.
Un Cristiano, sabe quién es y a donde va, y sabe que el camino a veces es angosto, Que al camino salen a veces raposas y otras bestias con ganas de hacernos retroceder.
Por eso te recuerdo, la presencia de Dios buscada cada día nos ayudará a llegar donde queremos aunque a veces no ilesos, sino que tenemos tropiezos, que a veces nos marcan, a veces no. Pero Dios esta siempre ahí.
¡ Convéncete!. No es El quien se va, somos nosotros quienes nos escondemos para no encontrarle. Acuérdate de Adán.
Somos nosotros quienes cogiendo nuestras cualidades o dones hacemos de nuestra vida una historia al margen de Dios.
Pero El permanece vivo, cerca, esperándonos con los brazos extendidos en una Cruz de vida, de amor por nosotros.
No se si a ti te pasa, pero al considerar este misterio de la paternidad real de Dios sobre sus criaturas, Tu y yo que ya estamos crecidos en años, estatura y probablemente llenos de experiencias, tenemos que hacernos niños, para humanamente comprender o apetecer ese sentimiento de filiación.
Los niños, se muestran ante sus padres y superiores con naturalidad, eso es lo que debemos hacer tu y yo, ante nuestro padre Dios, “ ser niños”.
Jesús en el Evangelio nos habla de esta necesidad de hacernos niños, ¿lo recuerdas?:
“Llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos“
Dios, es nuestro padre, y muchos hombres se sienten solos por que no saben esta verdad de su vida: “Su padre Dios, les ama.”
No es verdad, que los niños de los que sus padres se preocupan son más felices y hacen mejor las cosas, por que notan que sus pequeñas actividades, le importan también a sus padres, y se dejan aconsejar por ellos o les pide consejo, ayuda y todo lo que necesitan.
Tu y yo, tenemos un padre, que se preocupa de todas nuestras cosas. Que no le es ajeno nuestro sufrimiento, ni nuestra lucha, nuestros deseos, ni nuestras preocupaciones.
Tendríamos que aprender a descansar en El. Como los niños pequeños, una vez que le han contado a sus padres lo que les preocupa, y ya pueden dormir tranquilos, porque confían en que sus padres le resolverán y le darán el mejor de los consejos.
Tu y yo, ¿Por qué cargamos con tantas preocupaciones?,¿Por qué no nos fiamos más de Dios?.
El saber que esta herencia o titulo de Hijo de Dios, no es un privilegio personal. Sino que Jesús nos lo alcanzo, dando su vida por nosotros y por todos.
Tenemos como un segundo referente en la fraternidad con el resto de las personas, que son a su vez igualmente hijos del mismo Dios.
Ese que trabaja contigo, el que come en tu mesa, o viaja a tu lado en el tren o el autobús, al que te cruzas en la calle, o estudia tres mesas detrás o delante de la tuya, el conductor del camión de la basura, y el profesor de tu hija, el fontanero, y ese muchacho de color, que te tropiezas en la parada del autobús.
Todos los hombres somos hijos de Dios, Jesús dio la vida por todos. Algunos no lo saben, pero tu ,sí. Por eso aunque sientas la indiferencia a la que nos lleva la sociedad, aunque te parezca que el mundo o parte de el se ha vuelto loco. No podemos ver con indiferencia al que pasa a nuestro lado, porque es de alguna forma hermano nuestro.
El sentimiento, o reconocimiento de esas verdades, nos ha de llevar a mejor servir, a ayudar y no pisar al que esta cerca. A corregir sí está a nuestro alcance. A dejarnos ayudar y corregir también nosotros.
El sentimiento de sabernos hijos de Dios y receptores del mensaje de Jesucristo; nos ha de cuestionar sobre nuestra manera de vivir la caridad.
Para ti y para mi, “cristianos” Por encima incluso de la justicia, que a veces es un poco ciega, ha de estar la misericordia de Dios; que necesita de: manos, de lenguas y brazos, que sostenga, defienda, y busque el bien no solo para nosotros mismos.
Sino con esa visión de parte de un todo que es lo que somos. Promover y desear el bien para todos y del que este a nuestro alcance proporcionar, nadie nos va a librar.
Tu y yo, que tenemos el privilegio de conocer la bondad de Dios, no podemos reservarnos la obligación de darlo a conocer, a través de nuestro ejemplo, de nuestra palabra y nuestras obras.
La coherencia de la que hemos hablado en otras ocasiones, para ti y para mi es una obligación.
Obligación de desear para todos la paz y el bien. Obligación de desear que todas las almas tengan el consuelo, de saber que tienen un Padre Dios que les ama.
Obligación también de amar a los demás, como Dios nos ama, respetando nuestra libertad, comprendiendo nuestros defectos, perdonando nuestros errores, enseñándonos el camino.
Sin querer cambiarlos a nuestro antojo, sin utilizar a nadie para nuestros fines. Sino compartiendo con ellos: nuestras riquezas, nuestros conocimientos y esfuerzos.
Esos deseos son lo que podríamos llamar nuestra vibración apostólica, que tiene su raíz en la filiación divina. Solo el amor a Dios, nos puede ayudar a amar verdaderamente a los demás.
¿Te acuerdas de la actitud del hermano mayor del hijo prodigo?. ¿Cuántas veces, tenemos esa actitud, ante los que nos rodean?. Especialmente triste, debe sentirse Dios Padre, de esas actitudes de sus hijos privilegiados, los que le conocen.
Es cierto que a veces desde dentro del seno de nuestra madre la Iglesia, vemos a los que siguen fuera con un poco de pena, por que nos gustaría que participaran de nuestros cultos. Y sin embargo a veces cuando nuestros hermanos que están más lejos de la Iglesia, vienen parece que no les acogemos, que no nos alegramos.
Es eso lo que le pasa al hermano del hijo prodigo. Toda la vida cerca de su padre. Realmente tenemos a nuestro alcance todos los medios, todas los bienes que nuestro Padre Dios nos da. Todas las gracias que recibimos en cada comunión, en cada celebración. Y sin embargo, a veces cuando vemos alguno que retornando a la casa del Padre, comienza a trabajar en torno a la Iglesia, no nos alegramos por él. Más bien estamos como expectantes a ver cuanto tiempo dura.
Estas cosas naturalmente pasan mucho en los pueblos, y en torno a las parroquias, en las Iglesias locales, donde todos nos conocemos.
Perdonarme si me atrevo a ser un poco critica desde dentro, pero conozco el daño que hacemos con esas actitudes.
Muy bien nos conoce Dios, nuestro padre, por eso nos responde a través de S. Lucas:
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas; más era razón holgarse y regocijarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado.
Recuerdo que una vez oí a alguien decir: “Nunca podremos encontrar el reino de Dios solos”. y eso me ha hecho muchas veces meditar sobre las realidades de los hombres y la mía propia y te vuelvo a invitar a preguntarte, como yo también me pregunto:.
¿Vivo realmente sabiéndome hija de Dios?.
¿Veo en los demás, que son hijos de Dios, o son solo peldaños, o extraños con los que no tengo ninguna responsabilidad?
¿Mis obras, mis pensamientos, mis palabras, están inspirados o vividos como los de un hijo de Dios?.
¿Qué fin tienen mis preocupaciones y trabajos?.
¿Busco a través de ellos, el encontrarme con Dios?.
S. Mateo, nos alienta a tratar a ese Padre Dios, que junto al Hijo y al Espíritu nos ofrecen la vida, el perdón de nuestros pecados y la ayuda necesaria para alcanzar la felicidad.
“ Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quién pide recibe, quién busca halla y a quién llama se le abre.
Pues ¿quién de vosotros, es él que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, o si le pide un pez le da una serpiente?.
Sí, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto mas vuestro Padre, que esta en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!”
Felices, bienaventurados, los que nos sabemos hijos de Dios. Por que tendremos la dicha de gozar de El en el cielo. Y ver la herencia que nos tiene prometida.
Felices, bienaventurados por que con esta filiación a Dios, viviremos ya aquí en la tierra, las delicias de su amor, viéndonos rodeados siempre de sus consuelos, Reconociendo el gran amor que nos tiene, cada vez que nos perdona.
“Padre“: Es la palabra que Jesús vino a enseñarnos, que tratemos a Dios como Padre y que realmente éste sea un llamamiento constante a tener confianza en El.
En esta gozosa realidad de la Paternidad de Dios, sobre nosotros, hay una persona que vive en el cielo junto a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin la que no hubiese podido hacerse esto. La Virgen Maria.
María con su “Fiat”, generoso abre las puertas al Espíritu Santo y concibe al Hijo, que es quien nos aclara y acerca tantos bienes.
María, bien merece el titulo que ostenta desde el Concilio Vaticano II, el de “Madre de la Iglesia”, pues en el además se expresa su función mediadora y de protección, que ella hace sobre todos nosotros, los que pertenecemos a la Iglesia por el Bautismo.
¿Cuantos dones, Padre, nos has regalado?. Y entre ellos el más preciado después del conocimiento del Misterio de la Santísima Trinidad, sobre el que se cimentó nuestra Fe. La figura y presencia de nuestra madre la Virgen, a la que me gusta llamarla muchas veces, como la llamaron los santos que hoy viven en el cielo:
“Maria, Hija de Dios padre, madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu Santo, Templo de la Santísima Trinidad y madre mía”.
Tu puedes hacer lo mismo, dile despacito: “Madre, cuando estés con tu Hijo, cuéntale alguna cosa buena mía“. Ella que nos conoce mejor que nadie, sacara de nosotros lo mejor, y lo pondrá delante de Jesús, para que sepa que le amamos.
Así también en las necesidades, ¿No te acuerdas de Cana?. María intercede por los novios, al conocer su necesidad. Y arranca de su Hijo, nuestro Dios; el primer milagro de su vida publica.

*"Un Padre que perdona

UN DIOS PADRE QUE PERDONA
Dios no se escandaliza de los hombres. No se cansa de nuestras infidelidades: Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. . Nuestro Señor es tan padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos de su gracia”. . Esta es una realidad, que solo tenemos que conocerla, para comprender la historia de salvación que el Señor hace con cada uno de nosotros.
“Dios, nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos aunque no lo merezcamos. Sin tener en cuenta la calidad o cuantía de nuestros errores, como Padre amoroso y generoso, espera siempre de nosotros sus hijos que arrepentidos, volvamos a su encuentro, como nos enseña en la parábola del hijo prodigo“.
Esta verdad gozosa del misterio del amor paternal de Dios con sus criaturas, nos ha de llenar de esperanza y de deseos de tener rectitud de intención.
El espera por nosotros, El nos espera para que le tratemos.
El que tiene el remedio para muchas de nuestras tristezas espera que le llamemos, con confianza de hijos pequeños que ven en sus padres el remedio para todos los males.
Eso es Dios, para las almas sencillas, que le reconocen como tal. Y que ven en cuanto les rodea la mano y la mirada protectora de un Dios-Amor. Por encima de cualquier otra definición.
¿Cómo si no se puede entender, la infinita paciencia y misericordia, que muestra con los hombres?.
¿Quién; sino un Padre, puede perdonar y permitirnos empezar de nuevo a cada error?
Considerando esa paternidad real podemos también ver con más objetividad, y comprender el misterio de salvación que provoca en la Historia enviando a su Único y Verdadero Hijo Jesús, para que nos diga esto: Que es nuestro padre. Porque ese privilegio lo gana para nosotros, la muerte cruenta de la Cruz y su posterior Resurrección.
Nos abre la esperanza de conocerle un día cara a cara
¡Cuánto amor ha derramado Dios-Padre en su criaturas! Y ¡Qué duro nuestro corazón!. Seguro que has meditado más de una vez este acontecimiento feliz. Has pensado en que Dios es nuestro Padre, que nos ama con locura. Y al contemplarlo así, hemos saboreado el verdadero dolor de nuestras miserias, de nuestra falta de generosidad.
No tener presente este misterio, nos puede hacer andar como en el antiguo testamento vemos, a aquellos primeros hombres, acogiéndonos o poniendo en primer lugar el cumplimiento de una ley dada.
Ley además que a Jesús le llena de tristeza. Y el mismo dice que siente pena por la humanidad que anda como ovejas sin pastor.
El es el Pastor, que conoce y guía su rebaño, el que se preocupa por su pueblo. Dios padre, le envía para conducirnos, para abrirnos las puertas, los ojos y los oídos.
San Juan nos dice:
“ved que amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto“.
No es este el mejor motivo para nuestra alegría, por encima de todas nuestras deficiencias y dificultades. Quizás podamos entender mejor esta definición:
Filiación Divina: “Sabernos y sentirnos hijos de Dios“.
Y Este saber que Dios nos ama a todos por igual, también a los que como tu y yo antes probablemente andábamos un poco descarriados, sin reconocerle.
“Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, y un solo pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida“.
Nuestro Padre, esta interesado por todas las almas, la de los que no le conocen también.
Al leer este Evangelio, ¿No te entran ganas de ayudarle a Jesús a reunir a sus hijos?. Le preguntas conmigo ¿Padre que puedo yo hacer, para darte a conocer a los que no te conocen?.
No es verdad así mismo que al reconocernos como hijos de Dios, le vemos otro sentido a esta vida que a veces se nos muestra llena de hostilidades, de problemas, de cosas que no entendemos bien, pero que nos entristecen y turban.
¿Recuerdas como ha cambiado tu vida, al tomar conciencia de esa verdad tangible?: ”Soy hijo o hija de Dios, de un Dios vivo, que habita dentro de mi, sí yo lo busco”.
Más aún que me busca y me llama para ofrecerme la vida eterna, su mejor herencia. La vida de la gracia, como vestidos y joyas que adornen nuestra vida. Y su propio Hijo hecho alimento para mi alma”.
¿No se alegra nuestro corazón?. Como a los de Emaus, al reconocer que ha pasado a nuestro lado, que nos ha sacado de nuestra vida chata, y que ha abierto nuestros horizontes, a lo infinito.
En este modo de sentir a Dios como Padre, es en el que La Iglesia apoya toda su misión catequética y misionera, Realizando grandes esfuerzos para hacer llegar la Buena Noticia a todos los hombres sin distinción.
Respondiendo a la petición-mandato del maestro antes de subir al cielo, “Id por todo el mundo y anunciad todas estas buenas noticias“.
La Iglesia camina dos mil años después de este evento, para la humanidad: perdonando los pecados y bautizando en el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Llevando a todos los hombres ese único y feliz mensaje “Dios es nuestro Padre y nos ama”.
Tú y yo que tenemos la suerte de haber conocido esta gran noticia ¿Cómo vivimos esta realidad?.
Con gozo, con paz en medio de las tribulaciones, con alegría cristiana, que no es como decía S. Josemaría, risa de animal sano.

Esta noticia, es la Bienaventuranza que viene a transformar nuestra vida. A darle la alegría y la paz, que nadie nos puede arrebatar.
Ahora y siempre por que nada podrá arrancarnos este amor de Dios. Solo nuestra dejadez, nuestro olvido o inconsciencia puede hacernos desaprovechar tan gran regalo.
Tú y yo: negligentes, perezosos, vanidosos, egoístas y con mil y un defecto más. Tenemos un padre que nos ama con locura. Que quiere sacarnos de ese foso de tendencias que enturbian nuestra visión de la naturaleza, y nos hace ver en gris la existencia que se nos ha regalado, mientras damos vueltas sobre nosotros mismos.
En vez de levantar nuestra cabeza y mirando a nuestro lado, ver las maravillas que El. nuestro Padre Dios; ha puesto en nuestro entorno para hacernos felices: La familia, los amigos, los sacramentos, la luz del Sol, y los días de lluvia. La vida misma. La mía y la de los que me rodean. ¿Cómo podemos olvidar las maravillas de Dios?.
Solo nuestra ceguera, nos puede hacer pasar por alto, tantas bondades....