sábado, 30 de agosto de 2008

^"Rectitud de intención"

“ LA RECTITUD DE INTENCIÓN”
RAZÓN DE UNA BUENA CONFESION.
Las personas andamos errantes en medio de nuestros conflictos internos. Luchando contra nosotros mismos, contra nuestros instintos y apetencias naturales.
“No he venido a traer paz,” decía Jesús en el Evangelio. Si no-guerra que la mayoría de las veces tendremos que vivir de puertas adentro, con nosotros mismos.
Lucha santa, que a veces reconforta y a veces hunde. Ante la visión y comprobación de nuestra miseria. Llevándonos a confirmar que si vencemos es con Dios. Porque Él, de alguna forma ha intervenido. Pero que si perdemos o retrocedemos, es al querer hacer nosotros solos.
¿Es que el Señor, nos manipula o nos sostiene a su antojo?.
¿Por qué. . . si es nuestro deseo ser fiel, no lo conseguimos?.
Una y otra vez le tendremos que repetir: ”Señor sin ti, no puedo“. . ¡Quédate!. . .-Si me sueltas soy capaz de la mayor atrocidad (la falta de amor hacía nosotros y hacía los demás.
La Soberbia dicen que es el primer pecado que cometió el hombre al querer ser como Dios. También es el mayor pecado que comete nuestra alma. Pero a veces lo natural, es que estas aptitudes negativas o estas tendencias no se manifiesten a bombo y platillo anunciándonos: ¡Aquí estoy. . . soy tu soberbia!. Porque entonces muy tontos tendríamos que ser para caer, después de estar avisados.
Ésta, como otras entran despacito. Hoy un detalle, mañana un pensamiento y poco a poco aprovechando las pequeñas ocasiones de nuestra condescendencia para con nosotros mismos, vamos permitiendo pequeñas caídas. De pronto una mañana, notamos, que no habiendo ningún problema especial en nuestro entorno, estamos fríos, nos sentimos tristes. Algo dentro de nosotros nos dice que Dios no puede querernos así. Confundidos nos preguntamos ¿Qué me pasa?.
-Me doy cuenta de que he ido dejando pasar pequeñas ocasiones de sacrificar mis gustos, por los que están cerca de mí. -Se me ha hecho más pesado cumplir con mis obligaciones. Sin querer, queriendo, he ido buscando más mi comodidad, mi sensualidad, “mi egoísmo”.
Por otro lado me parece que luchar es vivir contracorriente y cuesta más que en otros momentos, ¡Estoy. . . estamos cansados de luchar!
Una pequeña luz dentro de nosotros, aun gime:
“Ayúdame Señor, ayúdame a coger de nuevo la senda, a pararme y ver por donde voy. Para reconocer donde perdí el camino, que me llevaba a Ti y retrocediendo, volver a coger la senda buena. Donde Te pueda encontrar.
A ese deseo por pequeñito que sea de recomenzar es a lo que llamamos “Rectitud de Intención “.
Llegamos muchas veces a este borde del camino en que sabemos que de dar un paso más nos caeremos y no podremos retornar. . . Pero Dios; que es Padre, un padre vigilante de sus hijos, a los que quiere con locura, no nos deja caer sin avisarnos.
Tendríamos que ver y agradecer como un “Don”, esos momentos de examen de los que sacamos un propósito para mejorar en algo. Aunque sea algo muy concreto, muy pequeño. Agradecer igualmente poder oír esa pequeña vocecita de nuestra conciencia diciéndonos: – ¡Por ahí no!
Y dar infinitas gracias al Señor, cuando permitiéndonos ver nuestra miseria nos alienta con deseos de mejorar, de empezar de nuevo.
Aunque todo parezca inútil. Y parece inútil porque ya otras veces caímos, nos levantamos y volvimos a caer. Y así muchas veces.
También es cierto que cada vez, que logramos levantarnos. Aun sin saberlo hemos madurado en algún aspecto de nuestra vida interior.
Esta vez, no será diferente, al igual que las anteriores, nuestro arrepentimiento. El dolor que nos produce haber negado al señor y volver a pedir su perdón volverá a traer para nosotros un aumento de gracia y sus frutos correspondientes.
No en nuestras fuerzas. No fiándonos de nosotros porque ya vamos conociendo del material que estamos hechos. Y sabemos que nada podemos, sino es apoyados en la fe, y ayudados por nuestros hermanos. Que nos hablan de un Dios-Padre que no nos abandona. De un Dios-Hijo que ha dado su vida por ti y por mí.
De un Dios-Espíritu Santo, fuerza y gracia de un Dios-Vivo, que esta en medio de nosotros. De quien procede nuestra fe y quien volverá a lavarnos de nuestro pecado cuando le pidamos con humildad:
¡Quiero volver a empezar!. Con tu ayuda. Por mí mismo no valgo. No puedo ser fiel, ni buscar los buenos fines, para los que me llamaste. Sin tu luz, no podré avanzar. ¡Ven Señor, ilumina de nuevo mi camino!. Para que yo pueda ver ¿qué quieres de mí?
“Alma en lucha siempre”. Ese es el secreto de la santidad (La parte de santidad que nosotros ganamos al mal..)Por que no podemos olvidar nunca, que santo solo es Dios. Y que la santidad humana realmente es una misericordia de Dios. Que concede la victoria a quién lucha con uñas y dientes por no apartarse del camino, al que ha sido llamado.
“Ser buenos hijos de Dios“. Si ahora mismo no somos capaces de ver más allá. Empecemos por corresponder a la gracia de ser hijos de Dios. Intentando vivir como tal.
¿Que cosa mía, no le agradará a Dios?.
¿Qué cosa, no me agrada a mí, de mí mismo?.
Probablemente hemos coincidido en las dos respuestas. Con solo intentar, querer ser buenos hijos de Dios, ya tenemos campo para labrar hoy. ¡Mañana ya veremos!.
A veces nos cuesta empezar a rectificar, porque al levantar la mirada, solo vemos un horizonte lejano de grandes proezas, que no nos atrevemos, ni confiamos en ganar. Si solo mirásemos lo que se nos pide hoy, ser fieles hoy. Sería mucho menos costoso, nos atrevemos seguro a dar nuestra palabra por hoy, aunque al final volvamos a caer.
¡Contigo Señor!, teniendo presente que Tú me ves y me oyes. Que sabes mirar en lo profundo de mi alma (Que ni yo mismo conozco). Voy a intentar vivir “Hoy “ como un buen cristiano. En los afectos y el servicio a los demás, en el desempeño de mis trabajos y obligaciones
Hoy voy a buscar tu Gloria y no mi comodidad.
Tal vez, podamos empezar a rectificar, mortificando un poquito nuestros sentidos, nuestro ego. Reconociendo lo miserable de nuestras actuaciones, cuando nos olvidamos de vivir en presencia de Dios.
Rectitud, a lo largo de todo el día, de todo nuestro día, con sus monotonías y sus altibajos, con sus contrariedades y sus posibles sorpresas o alegrías. Por que éste es el día, que tengo para reparar, mis descuidos. Para pedir perdón por mis negaciones, para servir a los demás en nombre de Jesucristo. De nada me vale, perder el tiempo dándole vueltas a mis caídas y fracasos, que además puedo ofrecérselas en reparación por mis pecados y los de los de los demás. Y solo recordar de ellas el dolor profundo de haber defraudado al Señor, con nuestras tonterías. Procurando que ese dolor me sirva, para evitar las tentaciones otra vez.
Rectificar hoy, cuidando los pequeños detalles de diario, en los que pueda esmerarme. Cumplir mejor con mis obligaciones, en servir con mas alegría. En ser instrumento de paz en mi entorno. En ser un poquito más delicado/ a, más comprensivo/ a y menos susceptible. Ya que hoy voy a estar más alerta ante las pequeñas tentaciones de abandonar mis obligaciones, antes de hora. Cuidaré esos exabruptos de mi carácter, que tanto daño hace a los demás. Y tan mala imagen dan de un hijo de Dios y de la Iglesia.
Centrémonos en ese hoy que tenemos por delante, y mañana al levantarnos volveremos a centrarnos en el día que tenemos por delante nada más y así, ya veras . . . ¡Venceremos!
No podemos olvidar que esa Victoria que nos parece tan difícil, estará precedida por la batalla diaria en nuestra lucha interior.
La intención renovada a diario de rectificar será nuestro fuerte o trinchera donde resistirnos a volver a caer en manos de nuestras tonterías y flaquezas.
Por amor de Dios. Nuestro deseo de rectificar ha de estar iluminado solo por ese faro y ningún otro. Ni siquiera un afán de perfección personal.
A menudo vemos a los políticos y a otros personajes famosos rectificar, para conseguir votos. Para quitarse a la justicia de encima o por cualquier otro motivo para sus intereses particulares . . . .
Tú y yo solo podemos querer rectificar por amor a Dios y a los demás. Esa rectificación de la que nadie tal vez sé de cuenta. Será la causa de nuestra paz y promoverá el cambio que necesitaba nuestra persona, para asemejarse más a Jesús. Y es ese deseo, el que promoverá nuestro deseo de volver a pedir perdón a Dios.

No hay comentarios: