sábado, 30 de agosto de 2008

*"Introducción":

El libro que hoy quiero presentarte, podríamos decir que nos habla de la Misericordia de Dios, para con nosotros.
Vamos hablar aquí del amor que Dios tiene al hombre, y de los medios que pone a nuestro alcance, para que le conozcamos, le tratemos y colaboremos con Él.
Podemos hacer dos bloques, bastante diferentes, pero los dos, tienen los objetivos que antes te mencionaba.
La primera parte esta dedicada a dar unas pinceladas sobre las cuestiones o temas que nos hacen poder conocer al Señor.
La segunda parte, habla más concretamente del amor que Dios nos tiene, al dejarnos un medio tan maravilloso como es la confesión sacramental, para que el hombre que se pierda en la espesa neblina de sus días, vuelva a reencontrarse con Él.
Voy a intentar escribir lo más en primera persona que pueda, No para que me conozcas, sino para que al leer, seas tu mismo quien te cuestiones sobre los temas que vamos a tratar.

*"Comunión de los santos"

COMUNIÓN DE GRACIAS EN LA IGLESIA
TODOS TENEMOS QUE VER CON TODOS
Nuestro vivir como cristianos nace en el momento en que nuestros padres, (En la mayoría de los casos), Nos llevan a las parroquias, demasiado pequeños para ser conscientes de lo que ocurre en nuestra alma. Y nos dan el Bautismo.
Ciertamente, es el paso más importante, el favor más grande que nos hacen en toda nuestra vida. Pero también es cierto que muchos padres siguen haciendo esto, sin tener consciencia del gran misterio de salvación que hay en esta costumbre cristiana. Y que después de bautizados, se les olvida explicarles a sus hijos que en ellos está la semilla por la cual en su alma, pueden entrar todas las gracias que Dios tiene destinado para él.
A lo largo de nuestra vida podemos tener la suerte o no de que alguien nos descubra esta verdad que esta inscrita en nuestra alma. Pero muchos no tienen esa oportunidad. No tienen quien les aliente a profundizar en la fe en la que han sido bautizados.
Mucha más coherencia encontramos a veces en personas de otras religiones, dándonos a veces la sensación de que hay muchos cristianos que no saben dar razón de su fe. Muchos ni siquiera saben diferenciar las verdades en las que se supone deben creer, o confiesan creer.
Esta realidad, nos debería llevar a escándalo. Pero no suele ser así. Simplemente día a día, vemos como proliferan actitudes contrarias a nuestra fe, que son vividas con naturalidad en personas que se definen como cristianos, Y lo son, por razón de su Bautismo.
¿Cuál es el error?, ¿Dónde está la raíz de tanta incoherencia?.
- Yo me atrevo a afirmar, al menos en muchos casos que conozco, que la gente es buenísima, que no llevan mala intención, Que no desobedecen ninguna ley, por pura comodidad o egoísmo.
Sencillamente, la gente no tiene información, sobre temas de fe. Luego es su falta de formación quien la excusa de todo el mal que provoca, con sus actuaciones.
Podríamos sentarnos y decir: ¿Cómo que provoca con sus actuaciones?, ¿Allá cada cual con sus obras!.
Ese es nuestro fallo. Los que practicamos, no siempre estamos bien formados tampoco. A veces vivimos a medias entre lo que recordamos de haber oído, en homilías u otros medios de formación, mezclado con nuestra propia experiencia de cristianos laicos, personas corrientes, de Misa de domingo y cumplimiento de las leyes de la Iglesia, que son más fáciles de vivir que las leyes de Dios.
Y podemos creernos justificados, y pensar que los que están fuera o no practican tanto, viven en un error que para nada nos influye.
A veces el cristiano, practicante, puede tener la tentación de preocuparse únicamente por hacerlo bien él. Y ese puede ser un buen principio, pero no llegara a un buen fin si solo se emplea en sí mismo.
Desde el Misterio mismo de la Santísima Trinidad. Que son tres y no uno. La definición de Cristo como cabeza de un cuerpo místico. Nos hace estar A todos interrelacionados por la vida de la gracia. De modo que la enfermedad en un miembro afecta a la salud del cuerpo, y la felicidad de un miembro, afecta a todo el cuerpo.
Como hablamos de la Iglesia. Como cuerpo místico. El pecado en uno de sus miembros, afecta al resto de los miembros. Y las gracias que cualquiera de los miembros pueda alcanzar por su oración, mortificación, recepción de un sacramento, etc, afecta igualmente, Es repartida de alguna manera entre el resto de los miembros.
Esto explicado así, de una forma sencilla, es parte de un dogma muy importante en la Iglesia, que es a lo que llamamos “la comunión de los santos”. Que no es: el día mundial en que todos los santos están en una misa juntos, como me contestaba un niño en la catequesis.
En las leyes de la Iglesia, encontramos la ley de mínimos, que como institución nos pide a sus fieles, a la luz del Espíritu Santo. Con el dolor de madre, pues ni aun estos lo cumplimos, ni le llena de satisfacción.
¿A que madre puede satisfacer que su hijo solo le visite un par de veces en el año?. ¿Puede contentarle a pesar de su entrega, de la abnegada generosidad de su creador y fundador que sus hijos desconozcan sus necesidades materiales, o afectivas?.
¿A que madre, que pone todos los días la mesa del Altar para alimentar a sus pequeños, le puede alegrar la ausencia o distracciones de estos?.
Con razón celebra por todo lo alto y se alegra con gozo en la Pascua de Resurrección, que probablemente sea una de las pocas fechas donde la mayoría de sus hijos a los que llama cristianos, regresan al seno de la Iglesia a pedir perdón por los descuidos de los otros 359 días del año litúrgico.
Entre exagerado y anecdótico este resumen es tristemente el que podríamos hacer de la actitud y pasividad del Cristiano de a pie. Posiblemente de ti y de mí, aún pudieran decirse cosas peores, y por ello, Con respeto para todos mis hermanos en la fe pido perdón por mis errores y los de mis hermanos, a Dios y a los hombres, que viendo nuestra actitud, sienten escándalo de los seguidores de Jesús.
2 - NECESIDAD DE REPARACIÓN
¿Cuánto dolor te hará a ti, mi niño Dios en la Cruz?. Ver la pobreza de tus hijos, a pesar de todos tus cuidados. ¡Cómo me duele la Iglesia!, Pobre madre mía, fundada, para nuestro bien por el artífice de todo lo creado. Cuanto mal hacemos tus hijos en medio del mundo, con nuestra falta de generosidad, de coherencia, de humildad.
¡Cómo me dueles madre!,¡Cómo me dueles cuerpo mío!.Pues yo soy parte de ti, y lo que a ti, te hiere, a mí también, lo que a ti te ofende, a mí debería ofenderme.
A veces nos es muy fácil tener una cabeza de turco a quien echarle la culpa del mal. Que difícil comprender, o ayudar a reparar ese mal entre todos, sabiéndonos responsables unos de otros.
Si mi hermano yerra. Y yo solo le juzgo... Sino me duele su dolor, su falta de formación o su debilidad como si fuera la mía propia. ¿En que me he convertido?.
Cuando veo morir a mis hermanos de hambre, a manos de una violencia cruenta provocada, por desalmados que en pro de los poderes políticos, económicos o sociales, que justifican sus sangrientas guerras y ofensas contra gente sencilla, en razón de la raza, color, o las ideas. Y paso pagina, como si a mi nada me importará... Tendré que plantearme si no estoy consintiendo.
¿Qué podría hacer yo?, Que tengo mi vida echa, que vivo en paz, que no necesito de nada ni de nadie. Que no pertenezco a partido político ni grupo social con poder de cambiar las cosas.
¡Que cómoda es mi posición!. Sin embargo, sigo siendo parte y cuerpo de esos hermanos que sufren. ¿Acaso es que mi corazón se ha vuelto tan duro, que no reconoce ni a los de su propia especie?
No es verdad que hoy al leer en el libro de salmos, el Señor me habla también a mí. Cuando me dice que soy parte de un pueblo de cerviz dura y más duro corazón.
En el Evangelio, Jesús me invita a tomar la cruz, a negarme a mí mismo. ¿Que significado tienen hoy esas palabras que suenan a sacrificio heroico, por buscar el bien, para mí alma y para las de mis hermanos?.
Ante mis pequeñas contrariedades, en donde me encuentro con mi trocito de cruz, ¿Reniego de ella, y escurro el hombro, quejándome como uno más?.
¿Pobrecito cuerpo débil de la Iglesia, yo que soy parte de ti, y ni siquiera hago este intento de aprovechar las contrariedades o las poquitas cosas de las que hoy puedo privarme sin que nadie lo note por redimir contigo. Falta de amor, eso solo eso.
No se lleva tener espíritu de mortificación, ese espíritu del amor sacrificado como el de las madres, las buenas esposas o amigas que perdonan una y otra vez.
Soy Iglesia con el resto de mis hermanos en la fe. Hemos sido llamados a vivir en el seno de los hijos de Dios. Más aun soy parte de la humanidad. Aunque no compartamos el mismo credo, ni tengamos todos el mismo color. Soy hermano/a de todo el mundo, por que soy hija/o de Dios, que es Padre de todos los hombres.
¿Cómo puedo echar la culpa a otros, si yo no hago nada por ellos?. Siempre estará a mi alcance la oración incansable de petición a Dios, por sus hijos, por su pueblo.
Muchos hombres y mujeres sufren, mientras yo sigo escondiendo la cabeza tras mis comodidades. Y además me permito juzgar y criticar, al que mete la pata. ¡Pobrecita Iglesia mía!, ¡Pobrecito cuerpo mío!, ¿Qué puedo yo hacer por aliviar un sufrimiento a mis hermanos?.
Perdónanos Señor. Perdona otra vez a tu pueblo. . .
Más tu misericordia aun espera paciente a que yo y mis hermanos despertemos de este letargo de egoísmos y vanidades que nos envuelve.
¡Pobrecito, mi niño Dios en la Cruz, por causa de mis pecados y los de todos los hombres! ¡Que pesada carga, llevas!.
¿En que puedo yo aliviarte?. ¡Tan cerca de mí, Señor!, Pasando hambre de comida, hambre de conocimiento de tu verdad, de tu cruz salvadora; Mi niño Dios, ¿Qué puedo hacer, y como?
Puedo mirar en mi entorno y ver en que puedo ayudar yo, y desterrar la comodidad de echarle la culpa a los demás. . .Implicarme.

*"El Espiritú Santo nos ayuda a conocer al Padre por medio de Jesús"

La venida del Espíritu Santo. Viene a traernos la bendición y misericordia de Dios, que en su omnipotencia, no se olvida de la pobreza del hombre.
Y vuelve a venir sobre nosotros en forma de fuerza para nuestro Espíritu. Que junto con nuestro cuerpo debe dar gloria a Dios.
Dios padre en su infinita bondad, no cesa de enviarnos su ayuda, para que alcancemos a conocerle y con ello predisponernos a disfrutar de una vida plenamente feliz en la tierra y después en el cielo, con Dios.
Como dice S. Pablo: Ni la salud, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la riqueza, ni las tinieblas, ni la muerte, nos pueden separar de la dicha que Dios nos ofrece al llamarnos hijos suyos.
¿Dónde tiene el hombre su mirada?. ¿Dónde tiene puesto el corazón?. ¿Por qué se angustia y se sofoca preocupado por un futuro que no le pertenece?.
Solo El Espíritu Santo, fuerza del Dios vivo, puede abrir los ojos de los ciegos, y soltar las lenguas para dar a conocer estas verdades.
Señor mío, Espíritu Santo, fuerza del Dios vivo, Sustancia del Padre, que engendro al Hijo, para desvelar a los hombres, tus criaturas, todas estas novedades, intemporales. Vuelve hoy sobre nosotros y limpia nuestros ojos, para ver Tus designios con claridad, y alertarnos sobre los enemigos que nos acechan, detrás de la desinformación y la falta de formación y de conocimiento de todas las verdades reveladas para mayor gloria tuya y bien de nuestras almas.
Tímidamente algunos hombres y mujeres abren nuevos caminos siguiendo las luces que el Espíritu Santo les da para ayudar a los hombres que viven distintas circunstancias, que crecen y se desarrollan siguiendo el ritmo de los tiempos.
Nuevos caminos dentro de la Iglesia, Bienaventuranzas que vienen para el bien común. Donde otros hombres y mujeres se han consagrado para servir a los demás en medio del mundo, con distintos carismas. ¡Que alegría saber que sigues inspirando vías para que el hombre te conozca.

El Misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los tesoros que los Cristianos de todos los tiempos poseemos, unas veces sabiéndolo, otras ignorándolo, pero Dios desde el principio, aparece en la vida de los hombres bajo estas tres personas, siendo un único Dios.
Es el misterio central de nuestra fe y de nuestra vida como cristianos. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado y se une con ellos“.
El desconocimiento de las verdades de la Fe, acarrea el desconocimiento de Dios y viceversa. Así como las personas se muestran en sus obras, a medida que conocemos más a la persona, mejor podremos comprender su obrar. Es esto lo que pasa también con el interés en querer conocer mejor a Dios en sus tres personas.
Sin embargo solo como Don de Dios, podemos disfrutar de conocer estas verdades reveladas. Luego la Fe, no la podemos dar nosotros a nuestros hermanos.
Podremos darla a conocer, diciendo yo creo en esto o en lo otro. Pero el que la otra persona lo crea, dependerá en gran parte de sus disposiciones y de la voluntad de Dios.
El nombre de Padre, otorgado a Dios, en muchas religiones, y desde muy antiguo por la creación, tiene además una doble dimensión en el pueblo de Israel en razón de la Alianza y del don de la Ley a quien se la entrega como su primogénito. Él titulo de Padre dado a Dios nos determina dos aspectos:
1º Que es origen primero de todo y autoridad trascendente.
2º La ternura paternal de Dios, expresada en su bondad y solicitud para todos sus hijos. Ternura que a veces se expresa igualmente con la imagen de la maternidad. (Como es natural, el lenguaje de la fe se sirve de la experiencia humana, a fin de poder ser entendida por los hombres).
En las escrituras se nos explica por boca de Jesús este Misterio.
S. Lucas nos dice: “En aquella hora lleno de gozo Jesús en el Espíritu Santo, dijo: Yo te alabo, OH Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has tenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos, y las manifestaste a los pequeños. Sí Padre, por que así fue tu voluntad. Todo lo he recibido de mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre, y quien es el Padre, sino el Hijo y aquel a quién quisiera el Hijo revelárselo“. Así desde el principio los apóstoles, confiesan a Jesús como Hijo de Dios.
Y siguiendo esta tradición apostólica en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea La Iglesia confiesa que El Hijo es “consubstancial al Padre, es decir Son un solo Dios.
En el año 381 Segundo concilio Ecuménico que se hace en Constantinopla, conserva esta definición en el credo y confiesa: ”Al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado”.
Esta verdad, que como vemos por este pequeño recorrido histórico, Dios ha querido enseñarnos no es solo una teoría con más o menos fundamento. Es uno de los principios en que se fundamenta y se hace necesario para los conocedores de este misterio una acción, una respuesta de parte del hombre. Si sabemos que Dios es nuestro Padre, nuestra motivación es la de actuar como Hijos suyos.
Como ser buenos hijos de Dios, es una de las cuestiones que debemos considerar en este tiempo. Sabiendo como decía S. Juan, que este conocimiento solo nos puede venir de Dios y gracias a la acción actual del Espíritu Santo.
¿Qué hay en mi forma de pensar, de actuar, que de testimonio de esta relación o vinculo, que soy y me siento hijo de Dios?. ¿Hay algún signo, que pueda descubrirme ante los demás como hijo de Dios?.
¿Doy testimonio de alguna forma de este favor que se me ha hecho, sin merecimiento alguno por mi parte?
Como los hijos del hombre, se parecen físicamente a sus padres, Nosotros hijos de Dios. Deberíamos parecernos a Él. Siguiendo el consejo de Jesús: imitándole en la búsqueda de la verdad, de la perfección, (Intentando hacer lo que debamos, lo mejor posible), buscando el bien en nuestro entorno y para nuestro entorno. Ayudando, compartiendo, perdonando. . .
Estas verdades, impresas en nuestro corazón desde nuestro Bautismo, son la semilla que puede o no dar fruto, porque necesita de nuestra voluntad para desarrollarse. En la medida que una vez conocida esta verdad, nuestras tendencias se conduzcan a ir conociendo mejor a nuestro Padre. Y nuestra meta se centre en ser cada día mejores hijos de Dios, por pura justicia a tan gran favor.
Dice S. José Maria en “Es cristo que pasa”:
“Al principio costará; hay que esforzarse en dirigirse al Señor, en agradecer su piedad paterna y concreta con nosotros. Poco a poco el amor de Dios se palpa- aunque no es cosa de sentimientos”.
Hoy que hemos hecho la intención de examinar como vivimos esta filiación, podemos comenzar por considerar este Misterio de Amor que es la Paternidad de Dios, sobre nosotros, pobrecitas criaturas. Comenzar por agradecer este Don. Examinadnos sobre nuestra correspondencia a esta gracia que hemos recibido, sin merito alguno.

*"Un Padre que conoce la pobreza de sus hijos"

UN PADRE DIOS, CONSCIENTE
DE LA POBREZA DE SUS HIJOS.
¡Cuantas gracias tenemos que darte Padre mío, por todas estas cosas, que has dado a conocer a los que componemos tu viña!.
Como las buenas madres, Tu al pie del hijo de enfermo, por la debilidad de su naturaleza humana, que después del pecado original, puede enfermar, padecer, y morir con dolor físico y espiritual para los que acompañan en este caminar por la existencia con un cuerpo mortal.
Tú, Padre, te haces madre a través de la Iglesia Santa, que fundó Tu Hijo Jesús, para todos los que después de este gran evento para la salvación de la humanidad hemos sido Bautizados en Tu nombre: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En estos días, donde el hombre contemporáneo no quiere saber del sufrimiento, y se apoya en la ciencia y en los placeres, en la comodidad y el activismo. Cosas que hacemos con prisa, como con afán de dominar el tiempo que vivimos, y que no nos pertenece.
Vivimos como en una carrera precipitada, donde nos molesta todo lo que entorpece nuestra marcha; A la sociedad de hoy les estorban: los niños, los ancianos, los enfermos y los pobres, porque nos hacen perder nuestro tiempo.
Ese tiempo precioso que pagamos con grandes esfuerzos físicos en gimnasios y grandes caminatas por conservar el tipo elegante.
Tiempo precioso de amontonar fortunas para otros, y llenar nuestra casa de todo tipo de inventos tecnológicos.
Pareciera que este tiempo solo fuera tiempo de vivir, y que la enfermedad y la muerte fueran errores de nuestra historia.
Mientras vivimos, no podemos considerar la muerte, por que, allí, acabarán nuestras historias, nuestras preocupaciones, nuestros deseos y nuestras victorias. Perecederas.
Sí hemos vivido así, contemplando toda esta experiencia maravillosa de vivir como algo que solo tenía un presente y quizás un pasado. Es razonable, y hasta justificable que solo tenga importancia el goce, la búsqueda del placer, y de una paz, que nunca nos saciara, por que ni siquiera esto llena la vida del hombre.
El hombre, ese ser que ha poblado el universo; con su expansión y sus ambiciones, no es solo un animal con necesidades físicas. Es un ser superior, dotado de unas cualidades que no solo se perciben en su físico. Si no que están inscrita en sus almas.
Tal vez sea que al hombre se le ha olvidado que posee un alma, que tiene que alimentar y cuidar, como a su parte exterior, y que además no se sacia si no es en su fin último, y este es el encuentro con su creador.
¿De que estoy hablando?. Me dirán aquellos que se declaren ateos, o aquellos que nunca hallan oído hablar de Ti, su Padre. Que les busca, que les cuida, que les mira, desde muy cerca, y que lleva esperando la vida de cada uno de nosotros, para que encontremos la felicidad, en Ti.
¿De que estoy hablando?. Me dirán aquellos que me ven luchar cada día, sin éxito, con achaques, con caídas y levantadas momentáneas.
¿De qué estoy hablando?. No será, que los hombres se han acostumbrado a oírnos repetir tus palabras, sin lograr descubrir el cambio profundo que en nuestras almas se realiza al encontrarte.

*"Donde está la diferencia"

¿DÓNDE ESTÁ LA DIFERENCIA?
Esa es una de las características de la liberad dentro de la Iglesia universal, nuestra falta de coherencia, nuestro parecernos demasiado unos a otros.
Los que son y no son aparentemente iguales, con los mismos problemas, con los mismos intereses; con las mismas actitudes antes las mismas cuestiones.
¿Qué nos esta pasando?. Los cristianos no nos diferenciamos de los que no lo son. Luego: ¿Para que ser?, No es eso, lo que nos reprochan los que viven cerca. Sin embargo Dios mismo sigue gritando desde su Palabra: ”Convertios”.
Conversión, que insistentemente hemos de pedir se nos conceda.
Bien cierto es, que estas verdades vienen para ser disfrutadas y conocidas por todos los hombres. A todos nos quiere el Señor. Por que es Padre de todos. Sin embargo no todos escuchan sus mociones interiores, y estas llamadas o estas veces en que el oyente, escucha y dice: “Sí”. Cuando esto ocurre, cuando alguien que conoce que Dios nos llama decide libremente seguir esas mociones dice de sí mismo que tiene vocación. Podríamos entonces decir que vocación es el descubrimiento de esa llamada que Dios hace a los hombres y mujeres de todos los tiempos a conocerle, para que le amen, y descubran todo lo que Él nos ama. El descubrimiento de ese signo de predilección, muchas veces es casi inexplicable, hasta para el que la recibe. Pues no es la llamada recibida solo por los buenecitos, por los que buscan en su vida actuar y vivir con rectitud y justicia. No se puede saber que medida tendrá Dios para elegir a unos u otros, pero es fácil imaginar que en la mayoría de los casos será más fácil que puedan oír esta llamada los que llevan una vida más o menos en contacto con la Iglesia.
Hay sin embargo muchas excepciones en que como la confirmación, de que es Dios quien llama, la vocación sorprende lejos de toda preparación y sin que hubiese de antes ningún deseo de búsqueda de Dios. De los primeros cristianos S. Pablo, no solo no aceptaba la doctrina de Jesús, sino que con esfuerzo se esmeraba en perseguir a todos los cristianos. Después de este botón, que desconcertaría a Judíos, Cristianos y Romanos, han sido muchos los ejemplos de personajes, que a lo largo de la historia se ha encontrado con Dios, de forma casual, “para él sujeto”.
Este modo de actuar de nuestro Dios, del que doy fe, sigue habiendo muchos ejemplos que probablemente no saldrán a la luz, por que son personas corrientes, que tras ese descubrimiento, Dios ha transformado sus vidas interiores pero siguen siendo ciudadanos corrientes, en medio de actividades cotidianas, sin que por este precioso Don que adorna su alma, tenga que hacer nada fuera de lo común. Y quizás solo lo notan las personas que mejor le conocen o están más cerca de él.
Es por ello que sé, que a tu lado y al mío, sigue habiendo muchos que les cuesten descubrir, ese tesoro que lleva escondido. Pudiera parecer que lo oculta por miedo a perderlo. O por respetos humanos. Parece que nos avergonzáramos de este Don.
Todo esto me hace recordar la predicación de Jesús. Y me hace sentir la imperiosa actualidad de toda ella. Se podría decir que el hombre no ha evolucionado, sigue necesitando las mismas enseñanzas. También con alegría podremos decir que nuestro Dios es El mismo y sigue llamando al hombre desde siempre con los mismos argumentos. Para que le sigamos, en búsqueda de la Felicidad Eterna que solo se encuentra en Él.
Pero: ¿Cuál es la diferencia de un hombre o mujer con vocación de uno que se supone no la tiene?. El fundador del Opus Dei, por el año 1932, lo explicaba así:
“Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que los otros llaman vocación. La vocación nos lleva, -sin darnos cuenta- a tomar una posición en la vida que mantendremos con ilusión y alegría, llenos de esperanza hasta el trance mismo de la muerte.
Es un fenómeno que comunica al trabajo un sentido de misión, que ennoblece y da valor a nuestra existencia”. “A la vuelta de tantos siglos – concluía S. José Maria-, quiere el Señor, servirse de nosotros para que todos los cristianos descubran, al fin el valor santificador y santificante de la vida ordinaria –del trabajo profesional- y la eficacia del apostolado de la doctrina con el ejemplo, la amistad y la confidencia.
La diferencia por tanto es grande, mientras la mayoría trabaja y vive por motivos humanos, temporales. Todas las actividades de un cristiano se convierten en obras con valor de eternidad. Mientras cualquier hombre, actúa sabiéndose sometido a unas leyes humanas; El cristiano, vive pendiente de un juicio de Dios. Y su obrar puede ser igual que el de una persona que no cree. Sin embargo no tienen los mismos fines, ni la misma proyección.
Cualquier persona con su vida, y sus obras, puede ser productivo y provechoso para la sociedad. Un cristiano además tiene el deber de procurar ser santo. Por que eso es a lo que ha sido llamado por Jesucristo.

*"Somos hijos de Dios"

SOMOS HIJOS DE DIOS
Motivo de mi alegría es esta afirmación y espero que lo sea tuya.
Pues no hay Don mayor que el sabernos “HIJOS DE DIOS”:Es una realidad cimentada en la encarnación, muerte y resurrección del mismo Jesús. Y raíz y centro de toda su predicación. Pues hasta entonces, el pueblo Judío trata a Dios como un Señor temible y terrible. Tanto empeño tiene en ello que
Dios, permite o envía a su propio hijo a enseñarlo a los hombres y Este ofrece su vida, por todos, como cordero, conciliador, entre Dios y la especie humana. Ese es el principal fundamento de nuestra Filiación divina, “Somos hijos de Dios, gracias a los méritos de Nuestro Señor Jesús, conseguido al precio de su sangre“. “Un hijo de Dios, trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que esta lleno de sinceridad y de confianza.
Una vez centrados en la razón y la consciencia de que somos Hijos de Dios por las gracias concedidas a través de la cruz de Cristo. Quizás podamos seguir hablando de la Filiación Divina como una de las características que tendría que distinguirnos a los creyentes de los que por desgracia para ellos no lo saben.
La Filiación Divina, es una actitud interior del alma, como la de ser hombre o mujer, blanco, moreno o negro. Esta presente en nuestros pensamientos, obras y gestos, con la naturalidad de hijos pequeños que imitan a sus padres.
Los Cristianos deberíamos parecernos a nuestro Padre Dios: -en la forma de amar, en la forma de encauzar nuestras vidas, en la reflexión de las verdades que se nos han dado a conocer.
Supone darle un ritmo de acción de gracias ante nuestros defectos, por los que le pedimos con humildad y sencillez perdón. Y supone comprender al resto de los hombres, ¡Tanto que nos gusta juzgar, verdad!, Que pronto olvidamos nuestras torpezas.
Nosotros, sin merito propio, hemos sido escogidos para llevar a los hombres la luz de Cristo. A través de que nos vean comportarnos como Hijos de Dios, de un Dios que acoge, que perdona, que se preocupa por todos.
Nos han de ver gastarnos en el ejercicio interior de arrepentirnos de nuestras malas inclinaciones, de nuestros arranques desenfrenados.
Si nos ven equivocarnos como ellos, por que ocultarles nuestro arrepentimiento.
Los que nos llamamos hijos de Dios, y como decía S. Juan: lo somos tenemos una gran responsabilidad ante nuestros hermanos en la fe, Los que practican y los que no lo hacen tanto, o al menos no les vemos hacerlo.
Tal vez es que lo que ven en nosotros les hace dudar de la eficacia del trato con Dios.
La gente muchas veces tiene una fe natural, que la da Dios, y rezan a escondidas, quizás con mucha más devoción que tu y yo juntos, Casi todos creen en Dios.
La mayoría de las veces nos dan lecciones magistrales del vivir generosos ante las necesidades de los más desfavorecidos, les vemos actuar con justicia en sus asuntos sociales y compromisos, Tu y yo que tratamos al Señor a diario en la Comunión, que oímos o leemos su palabra con frecuencia. ¿En que nos diferenciamos?.
Nuestro deber de ser fieles a sus enseñanzas.
Nuestra responsabilidad de esforzarnos por ser mejores hijos, y mejores hermanos de todos los hombres. Dando sentido practico a la llamada a la santidad que hemos recibido de El. Pues que planes ha de tener Dios para sus hijos sino que lleguemos al cielo y seamos felices, ahora y después eternamente.
Como cuando éramos pequeños y nos fiábamos plenamente de nuestros padres y acudíamos a ellos en toda necesidad, Dios sigue esperándonos, para que nos apoyemos en El.
Dóciles en sus enseñanzas, para dejarnos transformar por El. Para aprender a contemplar y amar al mundo y al hombre como obra de Dios.
¡Qué te encuentre, Señor en esta vida mía!, que te vea en el rostro de mis hermanos, que me encuentre contigo en mi trabajo, en mi quehacer diario, en mis ratos de oración y sobre todo Padre que sepa buscarte.
Que me prepare cada día mejor para recibirte en la Comunión, En el Perdón. Enséñame a desagraviar tanto olvido mío y de los demás.
¿Cuándo más cerca de ti, Señor?, Que cuando me invitas al milagro actual de cada Eucaristía. Recuerdo a una persona que me decía: Que pequeño, y humilde se hace mi Dios, cuando viene a mí, insignificante.¡Tan cerca de mí señor! Y yo a veces tan despistado.
A ti, Señor, te duelen todas las almas, ¡Que sienta yo también esa preocupación por ellas.
La Filiación Divina, nos ha de llevar a desear que todos le reconozcan y le amen. Y lo empezaremos a lograr, Si primero le pedimos que nos enseñe a tener cariño y comprensión con los demás aunque no piensen como nosotros, aunque nos juzguen o se rían.
Dice S. Pablo:
“Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo por amor a Dios”.
Eso solo lo podemos conseguir si mantenemos lo que llamamos “La Presencia de Dios”.
Dios como decíamos antes es un padre, que siempre vela por nosotros y que en muchas ocasiones nos invita a velar a nosotros. A no olvidarle por los afanes de la vida.
La presencia de Dios es la que nos ayuda o garantiza nuestra coherencia cristiana. En medio de cualquier actividad humana, pasando todos nuestros asuntos particulares, por la criba de Dios.
Poniéndolo todo en su presencia: los proyectos, las luchas, los fracasos y victorias, los problemas y las alegrías, las inquietudes y sobre todo a las personas que queremos. Pidiendo por ellas y para ellas, lo que más le convenga.
Un cristiano, es todo el día hijo de Dios. No solo la media hora de la Misa, o solo en las fiestas de Navidad y Semana Santa.
Un Cristiano, sabe quién es y a donde va, y sabe que el camino a veces es angosto, Que al camino salen a veces raposas y otras bestias con ganas de hacernos retroceder.
Por eso te recuerdo, la presencia de Dios buscada cada día nos ayudará a llegar donde queremos aunque a veces no ilesos, sino que tenemos tropiezos, que a veces nos marcan, a veces no. Pero Dios esta siempre ahí.
¡ Convéncete!. No es El quien se va, somos nosotros quienes nos escondemos para no encontrarle. Acuérdate de Adán.
Somos nosotros quienes cogiendo nuestras cualidades o dones hacemos de nuestra vida una historia al margen de Dios.
Pero El permanece vivo, cerca, esperándonos con los brazos extendidos en una Cruz de vida, de amor por nosotros.
No se si a ti te pasa, pero al considerar este misterio de la paternidad real de Dios sobre sus criaturas, Tu y yo que ya estamos crecidos en años, estatura y probablemente llenos de experiencias, tenemos que hacernos niños, para humanamente comprender o apetecer ese sentimiento de filiación.
Los niños, se muestran ante sus padres y superiores con naturalidad, eso es lo que debemos hacer tu y yo, ante nuestro padre Dios, “ ser niños”.
Jesús en el Evangelio nos habla de esta necesidad de hacernos niños, ¿lo recuerdas?:
“Llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos“
Dios, es nuestro padre, y muchos hombres se sienten solos por que no saben esta verdad de su vida: “Su padre Dios, les ama.”
No es verdad, que los niños de los que sus padres se preocupan son más felices y hacen mejor las cosas, por que notan que sus pequeñas actividades, le importan también a sus padres, y se dejan aconsejar por ellos o les pide consejo, ayuda y todo lo que necesitan.
Tu y yo, tenemos un padre, que se preocupa de todas nuestras cosas. Que no le es ajeno nuestro sufrimiento, ni nuestra lucha, nuestros deseos, ni nuestras preocupaciones.
Tendríamos que aprender a descansar en El. Como los niños pequeños, una vez que le han contado a sus padres lo que les preocupa, y ya pueden dormir tranquilos, porque confían en que sus padres le resolverán y le darán el mejor de los consejos.
Tu y yo, ¿Por qué cargamos con tantas preocupaciones?,¿Por qué no nos fiamos más de Dios?.
El saber que esta herencia o titulo de Hijo de Dios, no es un privilegio personal. Sino que Jesús nos lo alcanzo, dando su vida por nosotros y por todos.
Tenemos como un segundo referente en la fraternidad con el resto de las personas, que son a su vez igualmente hijos del mismo Dios.
Ese que trabaja contigo, el que come en tu mesa, o viaja a tu lado en el tren o el autobús, al que te cruzas en la calle, o estudia tres mesas detrás o delante de la tuya, el conductor del camión de la basura, y el profesor de tu hija, el fontanero, y ese muchacho de color, que te tropiezas en la parada del autobús.
Todos los hombres somos hijos de Dios, Jesús dio la vida por todos. Algunos no lo saben, pero tu ,sí. Por eso aunque sientas la indiferencia a la que nos lleva la sociedad, aunque te parezca que el mundo o parte de el se ha vuelto loco. No podemos ver con indiferencia al que pasa a nuestro lado, porque es de alguna forma hermano nuestro.
El sentimiento, o reconocimiento de esas verdades, nos ha de llevar a mejor servir, a ayudar y no pisar al que esta cerca. A corregir sí está a nuestro alcance. A dejarnos ayudar y corregir también nosotros.
El sentimiento de sabernos hijos de Dios y receptores del mensaje de Jesucristo; nos ha de cuestionar sobre nuestra manera de vivir la caridad.
Para ti y para mi, “cristianos” Por encima incluso de la justicia, que a veces es un poco ciega, ha de estar la misericordia de Dios; que necesita de: manos, de lenguas y brazos, que sostenga, defienda, y busque el bien no solo para nosotros mismos.
Sino con esa visión de parte de un todo que es lo que somos. Promover y desear el bien para todos y del que este a nuestro alcance proporcionar, nadie nos va a librar.
Tu y yo, que tenemos el privilegio de conocer la bondad de Dios, no podemos reservarnos la obligación de darlo a conocer, a través de nuestro ejemplo, de nuestra palabra y nuestras obras.
La coherencia de la que hemos hablado en otras ocasiones, para ti y para mi es una obligación.
Obligación de desear para todos la paz y el bien. Obligación de desear que todas las almas tengan el consuelo, de saber que tienen un Padre Dios que les ama.
Obligación también de amar a los demás, como Dios nos ama, respetando nuestra libertad, comprendiendo nuestros defectos, perdonando nuestros errores, enseñándonos el camino.
Sin querer cambiarlos a nuestro antojo, sin utilizar a nadie para nuestros fines. Sino compartiendo con ellos: nuestras riquezas, nuestros conocimientos y esfuerzos.
Esos deseos son lo que podríamos llamar nuestra vibración apostólica, que tiene su raíz en la filiación divina. Solo el amor a Dios, nos puede ayudar a amar verdaderamente a los demás.
¿Te acuerdas de la actitud del hermano mayor del hijo prodigo?. ¿Cuántas veces, tenemos esa actitud, ante los que nos rodean?. Especialmente triste, debe sentirse Dios Padre, de esas actitudes de sus hijos privilegiados, los que le conocen.
Es cierto que a veces desde dentro del seno de nuestra madre la Iglesia, vemos a los que siguen fuera con un poco de pena, por que nos gustaría que participaran de nuestros cultos. Y sin embargo a veces cuando nuestros hermanos que están más lejos de la Iglesia, vienen parece que no les acogemos, que no nos alegramos.
Es eso lo que le pasa al hermano del hijo prodigo. Toda la vida cerca de su padre. Realmente tenemos a nuestro alcance todos los medios, todas los bienes que nuestro Padre Dios nos da. Todas las gracias que recibimos en cada comunión, en cada celebración. Y sin embargo, a veces cuando vemos alguno que retornando a la casa del Padre, comienza a trabajar en torno a la Iglesia, no nos alegramos por él. Más bien estamos como expectantes a ver cuanto tiempo dura.
Estas cosas naturalmente pasan mucho en los pueblos, y en torno a las parroquias, en las Iglesias locales, donde todos nos conocemos.
Perdonarme si me atrevo a ser un poco critica desde dentro, pero conozco el daño que hacemos con esas actitudes.
Muy bien nos conoce Dios, nuestro padre, por eso nos responde a través de S. Lucas:
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas; más era razón holgarse y regocijarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado.
Recuerdo que una vez oí a alguien decir: “Nunca podremos encontrar el reino de Dios solos”. y eso me ha hecho muchas veces meditar sobre las realidades de los hombres y la mía propia y te vuelvo a invitar a preguntarte, como yo también me pregunto:.
¿Vivo realmente sabiéndome hija de Dios?.
¿Veo en los demás, que son hijos de Dios, o son solo peldaños, o extraños con los que no tengo ninguna responsabilidad?
¿Mis obras, mis pensamientos, mis palabras, están inspirados o vividos como los de un hijo de Dios?.
¿Qué fin tienen mis preocupaciones y trabajos?.
¿Busco a través de ellos, el encontrarme con Dios?.
S. Mateo, nos alienta a tratar a ese Padre Dios, que junto al Hijo y al Espíritu nos ofrecen la vida, el perdón de nuestros pecados y la ayuda necesaria para alcanzar la felicidad.
“ Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quién pide recibe, quién busca halla y a quién llama se le abre.
Pues ¿quién de vosotros, es él que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, o si le pide un pez le da una serpiente?.
Sí, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto mas vuestro Padre, que esta en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!”
Felices, bienaventurados, los que nos sabemos hijos de Dios. Por que tendremos la dicha de gozar de El en el cielo. Y ver la herencia que nos tiene prometida.
Felices, bienaventurados por que con esta filiación a Dios, viviremos ya aquí en la tierra, las delicias de su amor, viéndonos rodeados siempre de sus consuelos, Reconociendo el gran amor que nos tiene, cada vez que nos perdona.
“Padre“: Es la palabra que Jesús vino a enseñarnos, que tratemos a Dios como Padre y que realmente éste sea un llamamiento constante a tener confianza en El.
En esta gozosa realidad de la Paternidad de Dios, sobre nosotros, hay una persona que vive en el cielo junto a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin la que no hubiese podido hacerse esto. La Virgen Maria.
María con su “Fiat”, generoso abre las puertas al Espíritu Santo y concibe al Hijo, que es quien nos aclara y acerca tantos bienes.
María, bien merece el titulo que ostenta desde el Concilio Vaticano II, el de “Madre de la Iglesia”, pues en el además se expresa su función mediadora y de protección, que ella hace sobre todos nosotros, los que pertenecemos a la Iglesia por el Bautismo.
¿Cuantos dones, Padre, nos has regalado?. Y entre ellos el más preciado después del conocimiento del Misterio de la Santísima Trinidad, sobre el que se cimentó nuestra Fe. La figura y presencia de nuestra madre la Virgen, a la que me gusta llamarla muchas veces, como la llamaron los santos que hoy viven en el cielo:
“Maria, Hija de Dios padre, madre de Dios Hijo, Esposa del Espíritu Santo, Templo de la Santísima Trinidad y madre mía”.
Tu puedes hacer lo mismo, dile despacito: “Madre, cuando estés con tu Hijo, cuéntale alguna cosa buena mía“. Ella que nos conoce mejor que nadie, sacara de nosotros lo mejor, y lo pondrá delante de Jesús, para que sepa que le amamos.
Así también en las necesidades, ¿No te acuerdas de Cana?. María intercede por los novios, al conocer su necesidad. Y arranca de su Hijo, nuestro Dios; el primer milagro de su vida publica.

*"Un Padre que perdona

UN DIOS PADRE QUE PERDONA
Dios no se escandaliza de los hombres. No se cansa de nuestras infidelidades: Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. . Nuestro Señor es tan padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos de su gracia”. . Esta es una realidad, que solo tenemos que conocerla, para comprender la historia de salvación que el Señor hace con cada uno de nosotros.
“Dios, nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos aunque no lo merezcamos. Sin tener en cuenta la calidad o cuantía de nuestros errores, como Padre amoroso y generoso, espera siempre de nosotros sus hijos que arrepentidos, volvamos a su encuentro, como nos enseña en la parábola del hijo prodigo“.
Esta verdad gozosa del misterio del amor paternal de Dios con sus criaturas, nos ha de llenar de esperanza y de deseos de tener rectitud de intención.
El espera por nosotros, El nos espera para que le tratemos.
El que tiene el remedio para muchas de nuestras tristezas espera que le llamemos, con confianza de hijos pequeños que ven en sus padres el remedio para todos los males.
Eso es Dios, para las almas sencillas, que le reconocen como tal. Y que ven en cuanto les rodea la mano y la mirada protectora de un Dios-Amor. Por encima de cualquier otra definición.
¿Cómo si no se puede entender, la infinita paciencia y misericordia, que muestra con los hombres?.
¿Quién; sino un Padre, puede perdonar y permitirnos empezar de nuevo a cada error?
Considerando esa paternidad real podemos también ver con más objetividad, y comprender el misterio de salvación que provoca en la Historia enviando a su Único y Verdadero Hijo Jesús, para que nos diga esto: Que es nuestro padre. Porque ese privilegio lo gana para nosotros, la muerte cruenta de la Cruz y su posterior Resurrección.
Nos abre la esperanza de conocerle un día cara a cara
¡Cuánto amor ha derramado Dios-Padre en su criaturas! Y ¡Qué duro nuestro corazón!. Seguro que has meditado más de una vez este acontecimiento feliz. Has pensado en que Dios es nuestro Padre, que nos ama con locura. Y al contemplarlo así, hemos saboreado el verdadero dolor de nuestras miserias, de nuestra falta de generosidad.
No tener presente este misterio, nos puede hacer andar como en el antiguo testamento vemos, a aquellos primeros hombres, acogiéndonos o poniendo en primer lugar el cumplimiento de una ley dada.
Ley además que a Jesús le llena de tristeza. Y el mismo dice que siente pena por la humanidad que anda como ovejas sin pastor.
El es el Pastor, que conoce y guía su rebaño, el que se preocupa por su pueblo. Dios padre, le envía para conducirnos, para abrirnos las puertas, los ojos y los oídos.
San Juan nos dice:
“ved que amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto“.
No es este el mejor motivo para nuestra alegría, por encima de todas nuestras deficiencias y dificultades. Quizás podamos entender mejor esta definición:
Filiación Divina: “Sabernos y sentirnos hijos de Dios“.
Y Este saber que Dios nos ama a todos por igual, también a los que como tu y yo antes probablemente andábamos un poco descarriados, sin reconocerle.
“Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, y un solo pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida“.
Nuestro Padre, esta interesado por todas las almas, la de los que no le conocen también.
Al leer este Evangelio, ¿No te entran ganas de ayudarle a Jesús a reunir a sus hijos?. Le preguntas conmigo ¿Padre que puedo yo hacer, para darte a conocer a los que no te conocen?.
No es verdad así mismo que al reconocernos como hijos de Dios, le vemos otro sentido a esta vida que a veces se nos muestra llena de hostilidades, de problemas, de cosas que no entendemos bien, pero que nos entristecen y turban.
¿Recuerdas como ha cambiado tu vida, al tomar conciencia de esa verdad tangible?: ”Soy hijo o hija de Dios, de un Dios vivo, que habita dentro de mi, sí yo lo busco”.
Más aún que me busca y me llama para ofrecerme la vida eterna, su mejor herencia. La vida de la gracia, como vestidos y joyas que adornen nuestra vida. Y su propio Hijo hecho alimento para mi alma”.
¿No se alegra nuestro corazón?. Como a los de Emaus, al reconocer que ha pasado a nuestro lado, que nos ha sacado de nuestra vida chata, y que ha abierto nuestros horizontes, a lo infinito.
En este modo de sentir a Dios como Padre, es en el que La Iglesia apoya toda su misión catequética y misionera, Realizando grandes esfuerzos para hacer llegar la Buena Noticia a todos los hombres sin distinción.
Respondiendo a la petición-mandato del maestro antes de subir al cielo, “Id por todo el mundo y anunciad todas estas buenas noticias“.
La Iglesia camina dos mil años después de este evento, para la humanidad: perdonando los pecados y bautizando en el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Llevando a todos los hombres ese único y feliz mensaje “Dios es nuestro Padre y nos ama”.
Tú y yo que tenemos la suerte de haber conocido esta gran noticia ¿Cómo vivimos esta realidad?.
Con gozo, con paz en medio de las tribulaciones, con alegría cristiana, que no es como decía S. Josemaría, risa de animal sano.

Esta noticia, es la Bienaventuranza que viene a transformar nuestra vida. A darle la alegría y la paz, que nadie nos puede arrebatar.
Ahora y siempre por que nada podrá arrancarnos este amor de Dios. Solo nuestra dejadez, nuestro olvido o inconsciencia puede hacernos desaprovechar tan gran regalo.
Tú y yo: negligentes, perezosos, vanidosos, egoístas y con mil y un defecto más. Tenemos un padre que nos ama con locura. Que quiere sacarnos de ese foso de tendencias que enturbian nuestra visión de la naturaleza, y nos hace ver en gris la existencia que se nos ha regalado, mientras damos vueltas sobre nosotros mismos.
En vez de levantar nuestra cabeza y mirando a nuestro lado, ver las maravillas que El. nuestro Padre Dios; ha puesto en nuestro entorno para hacernos felices: La familia, los amigos, los sacramentos, la luz del Sol, y los días de lluvia. La vida misma. La mía y la de los que me rodean. ¿Cómo podemos olvidar las maravillas de Dios?.
Solo nuestra ceguera, nos puede hacer pasar por alto, tantas bondades....

*"Un regalo de Dios"

DIOS NOS HA DADO LA CAPACIDAD
DE JUZGAR NUESTRAS PROPIAS OBRAS.
Retomando un poco el tema anterior veíamos que todas las personas somos criaturas de Dios, como los animales y las plantas, los astros y todo lo existente que no ha sido creado por el hombre.
Son muchas las maravillas que ha hecho Dios, en este universo que nosotros conocemos y estoy convencida de que no conocemos ni una milésima parte de todas las maravillas, que Él tiene dispuestas para que sus criaturas las disfrutemos.
¿Qué inventor, desarrolla esa capacidad creadora, si no es con el fin de hacer feliz a los hombres y ser Él feliz a su vez, contemplando este reconocimiento?
Yahvé, el Innombrable, según el pueblo judío. El Dios todopoderoso y justiciero: hace toda una historia de amor con esas criaturas. No solo las crea y las rodea de bienes incontables, sino que además las ama.
Las ama, con corazón de Padre. Les da dominio sobre las especies. Las dota de facultades extraordinarias como son: la inteligencia, la voluntad, la memoria, los afectos. Y aun en su infinito amor, les da un bien supremo de inapreciable valor, “les hace libres”. Libres incluso de rechazar todos los bienes que Él ha puesto a su alcance con tan magnánima generosidad.
El corazón del hombre, es libre de elegir los caminos que quiere andar. A veces, se llena de egoísmo y se precipita a su propia destrucción y a la perdida de parte de sus beneficios; por envidia, para ser más que Dios.
Adán y Eva, la historia que interpela aun hoy a los científicos, sigue siendo actual, se revive o se puede revivir en muchas hombres, de todos los tiempos, quienes no conformes, con todos los bienes que tienen a su alcance, ansían tener también los de los demás.
En una búsqueda implacable de una felicidad, que casi nunca encuentra, por esos caminos donde les lleva su egoísmo, su ansia de poder, su vanidad, su soberbia, su envidia y sus deseos desproporcionados de placer.
Si Dios solo hubiese sido Dios, habría exterminado de la fax de la tierra a esta criatura desagradecida e incoherente que es el hombre.
Solo podemos entender la capacidad de perdón de Dios, Porque como El mismo a través de Jesucristo, Nuestro Señor, nos enseña es además de Dios-Creador, Dios-Padre.
Cuya infinita misericordia es intemporal, no se gasta al ser consumida Y espera poder ser disfrutada por todos y cada uno de sus hijos.
Pero a veces hay hijos, que no se dan cuenta de este amor de sus padres, por inmadurez o por que su corazón esta enturbiado, con algunas de las manchas que antes hemos mencionado. Otras veces porque desconoce que Dios es un Padre que les ama.
Sin embargo Dios, no les retira el disfrute de sus beneficios, Simplemente el hijo ciego; no ve lo que su padre, pone delante de él, para que sea Feliz.
Un día y otro, El Señor, pasa buscando al hombre:
“Si quieres ser feliz, sígueme, solo amándome con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma alcanzaras todo lo demás”.
A pesar de la insistencia de Dios en dejarse encontrar, por su criatura, el hombre sigue a ciegas, aunque muchas veces incomprensiblemente buscándole, sin saber donde, ni como.
Por fin, hace el Señor Dios nuestro, un último intento, para explicarle al hombre con su mismo lenguaje, desde la voz de otro hombre, “Jesús”, todo este amor que le tiene.
Pero la mayoría de los hombres, no quieren o no pueden oír la voz de Jesús, que les habla de la liberación de sus cadenas. Que les promete una felicidad eterna, que no se acaba.
Y les describe clarito, despacito. . . con un lenguaje que cualquier oído pueda entender el camino para conseguirlo.
Les habla de las bienaventuranzas. Es como si el Señor, en su infinita bondad nos hiciese dos regalos juntos.
- Primero porque nos marca el sendero con lo que tenemos que hacer, para que no nos perdamos.
-El segundo nos enseña a enmendar nuestros tropiezos. Nos da los medios para que una y otra vez le encontremos, si queremos.

^"Rectitud de intención"

“ LA RECTITUD DE INTENCIÓN”
RAZÓN DE UNA BUENA CONFESION.
Las personas andamos errantes en medio de nuestros conflictos internos. Luchando contra nosotros mismos, contra nuestros instintos y apetencias naturales.
“No he venido a traer paz,” decía Jesús en el Evangelio. Si no-guerra que la mayoría de las veces tendremos que vivir de puertas adentro, con nosotros mismos.
Lucha santa, que a veces reconforta y a veces hunde. Ante la visión y comprobación de nuestra miseria. Llevándonos a confirmar que si vencemos es con Dios. Porque Él, de alguna forma ha intervenido. Pero que si perdemos o retrocedemos, es al querer hacer nosotros solos.
¿Es que el Señor, nos manipula o nos sostiene a su antojo?.
¿Por qué. . . si es nuestro deseo ser fiel, no lo conseguimos?.
Una y otra vez le tendremos que repetir: ”Señor sin ti, no puedo“. . ¡Quédate!. . .-Si me sueltas soy capaz de la mayor atrocidad (la falta de amor hacía nosotros y hacía los demás.
La Soberbia dicen que es el primer pecado que cometió el hombre al querer ser como Dios. También es el mayor pecado que comete nuestra alma. Pero a veces lo natural, es que estas aptitudes negativas o estas tendencias no se manifiesten a bombo y platillo anunciándonos: ¡Aquí estoy. . . soy tu soberbia!. Porque entonces muy tontos tendríamos que ser para caer, después de estar avisados.
Ésta, como otras entran despacito. Hoy un detalle, mañana un pensamiento y poco a poco aprovechando las pequeñas ocasiones de nuestra condescendencia para con nosotros mismos, vamos permitiendo pequeñas caídas. De pronto una mañana, notamos, que no habiendo ningún problema especial en nuestro entorno, estamos fríos, nos sentimos tristes. Algo dentro de nosotros nos dice que Dios no puede querernos así. Confundidos nos preguntamos ¿Qué me pasa?.
-Me doy cuenta de que he ido dejando pasar pequeñas ocasiones de sacrificar mis gustos, por los que están cerca de mí. -Se me ha hecho más pesado cumplir con mis obligaciones. Sin querer, queriendo, he ido buscando más mi comodidad, mi sensualidad, “mi egoísmo”.
Por otro lado me parece que luchar es vivir contracorriente y cuesta más que en otros momentos, ¡Estoy. . . estamos cansados de luchar!
Una pequeña luz dentro de nosotros, aun gime:
“Ayúdame Señor, ayúdame a coger de nuevo la senda, a pararme y ver por donde voy. Para reconocer donde perdí el camino, que me llevaba a Ti y retrocediendo, volver a coger la senda buena. Donde Te pueda encontrar.
A ese deseo por pequeñito que sea de recomenzar es a lo que llamamos “Rectitud de Intención “.
Llegamos muchas veces a este borde del camino en que sabemos que de dar un paso más nos caeremos y no podremos retornar. . . Pero Dios; que es Padre, un padre vigilante de sus hijos, a los que quiere con locura, no nos deja caer sin avisarnos.
Tendríamos que ver y agradecer como un “Don”, esos momentos de examen de los que sacamos un propósito para mejorar en algo. Aunque sea algo muy concreto, muy pequeño. Agradecer igualmente poder oír esa pequeña vocecita de nuestra conciencia diciéndonos: – ¡Por ahí no!
Y dar infinitas gracias al Señor, cuando permitiéndonos ver nuestra miseria nos alienta con deseos de mejorar, de empezar de nuevo.
Aunque todo parezca inútil. Y parece inútil porque ya otras veces caímos, nos levantamos y volvimos a caer. Y así muchas veces.
También es cierto que cada vez, que logramos levantarnos. Aun sin saberlo hemos madurado en algún aspecto de nuestra vida interior.
Esta vez, no será diferente, al igual que las anteriores, nuestro arrepentimiento. El dolor que nos produce haber negado al señor y volver a pedir su perdón volverá a traer para nosotros un aumento de gracia y sus frutos correspondientes.
No en nuestras fuerzas. No fiándonos de nosotros porque ya vamos conociendo del material que estamos hechos. Y sabemos que nada podemos, sino es apoyados en la fe, y ayudados por nuestros hermanos. Que nos hablan de un Dios-Padre que no nos abandona. De un Dios-Hijo que ha dado su vida por ti y por mí.
De un Dios-Espíritu Santo, fuerza y gracia de un Dios-Vivo, que esta en medio de nosotros. De quien procede nuestra fe y quien volverá a lavarnos de nuestro pecado cuando le pidamos con humildad:
¡Quiero volver a empezar!. Con tu ayuda. Por mí mismo no valgo. No puedo ser fiel, ni buscar los buenos fines, para los que me llamaste. Sin tu luz, no podré avanzar. ¡Ven Señor, ilumina de nuevo mi camino!. Para que yo pueda ver ¿qué quieres de mí?
“Alma en lucha siempre”. Ese es el secreto de la santidad (La parte de santidad que nosotros ganamos al mal..)Por que no podemos olvidar nunca, que santo solo es Dios. Y que la santidad humana realmente es una misericordia de Dios. Que concede la victoria a quién lucha con uñas y dientes por no apartarse del camino, al que ha sido llamado.
“Ser buenos hijos de Dios“. Si ahora mismo no somos capaces de ver más allá. Empecemos por corresponder a la gracia de ser hijos de Dios. Intentando vivir como tal.
¿Que cosa mía, no le agradará a Dios?.
¿Qué cosa, no me agrada a mí, de mí mismo?.
Probablemente hemos coincidido en las dos respuestas. Con solo intentar, querer ser buenos hijos de Dios, ya tenemos campo para labrar hoy. ¡Mañana ya veremos!.
A veces nos cuesta empezar a rectificar, porque al levantar la mirada, solo vemos un horizonte lejano de grandes proezas, que no nos atrevemos, ni confiamos en ganar. Si solo mirásemos lo que se nos pide hoy, ser fieles hoy. Sería mucho menos costoso, nos atrevemos seguro a dar nuestra palabra por hoy, aunque al final volvamos a caer.
¡Contigo Señor!, teniendo presente que Tú me ves y me oyes. Que sabes mirar en lo profundo de mi alma (Que ni yo mismo conozco). Voy a intentar vivir “Hoy “ como un buen cristiano. En los afectos y el servicio a los demás, en el desempeño de mis trabajos y obligaciones
Hoy voy a buscar tu Gloria y no mi comodidad.
Tal vez, podamos empezar a rectificar, mortificando un poquito nuestros sentidos, nuestro ego. Reconociendo lo miserable de nuestras actuaciones, cuando nos olvidamos de vivir en presencia de Dios.
Rectitud, a lo largo de todo el día, de todo nuestro día, con sus monotonías y sus altibajos, con sus contrariedades y sus posibles sorpresas o alegrías. Por que éste es el día, que tengo para reparar, mis descuidos. Para pedir perdón por mis negaciones, para servir a los demás en nombre de Jesucristo. De nada me vale, perder el tiempo dándole vueltas a mis caídas y fracasos, que además puedo ofrecérselas en reparación por mis pecados y los de los de los demás. Y solo recordar de ellas el dolor profundo de haber defraudado al Señor, con nuestras tonterías. Procurando que ese dolor me sirva, para evitar las tentaciones otra vez.
Rectificar hoy, cuidando los pequeños detalles de diario, en los que pueda esmerarme. Cumplir mejor con mis obligaciones, en servir con mas alegría. En ser instrumento de paz en mi entorno. En ser un poquito más delicado/ a, más comprensivo/ a y menos susceptible. Ya que hoy voy a estar más alerta ante las pequeñas tentaciones de abandonar mis obligaciones, antes de hora. Cuidaré esos exabruptos de mi carácter, que tanto daño hace a los demás. Y tan mala imagen dan de un hijo de Dios y de la Iglesia.
Centrémonos en ese hoy que tenemos por delante, y mañana al levantarnos volveremos a centrarnos en el día que tenemos por delante nada más y así, ya veras . . . ¡Venceremos!
No podemos olvidar que esa Victoria que nos parece tan difícil, estará precedida por la batalla diaria en nuestra lucha interior.
La intención renovada a diario de rectificar será nuestro fuerte o trinchera donde resistirnos a volver a caer en manos de nuestras tonterías y flaquezas.
Por amor de Dios. Nuestro deseo de rectificar ha de estar iluminado solo por ese faro y ningún otro. Ni siquiera un afán de perfección personal.
A menudo vemos a los políticos y a otros personajes famosos rectificar, para conseguir votos. Para quitarse a la justicia de encima o por cualquier otro motivo para sus intereses particulares . . . .
Tú y yo solo podemos querer rectificar por amor a Dios y a los demás. Esa rectificación de la que nadie tal vez sé de cuenta. Será la causa de nuestra paz y promoverá el cambio que necesitaba nuestra persona, para asemejarse más a Jesús. Y es ese deseo, el que promoverá nuestro deseo de volver a pedir perdón a Dios.

^"Un sacramento de amor"

UN SACRAMENTO DE AMOR
Querido lector o lectora, tal vez te estés preguntando porque tantos rodeos para hablar de la confesión sacramental. Tal vez nunca te has parado a pensar que antes de ir a recibir ese gran sacramento del amor de Dios para con nosotros; “pobrecitos pecadores” que no aprendemos ni a palos, como le gusta decir a una amiga mía. El ya está esperando, por nosotros.
Me gusta como en el Evangelio del hijo prodigo, se nos explica esto:
“Todavía estaba lejos, cuando el padre le vio venir, el cual enternecido, corrió hacia él y le echo los brazos al cuello y le colmo de besos”.
Las gracias que recibimos a través del Sacramento del Perdón nos han de saber a eso, al abrazo de nuestro Padre Dios que se alegra de que arrepentidos por nuestros errores, volvamos a Él, como niños, como hijos que es lo que somos, para decirle:
“Padre, perdóname, soy un desastre, a veces me olvido de contar contigo, y yo solo no hago más que meter la pata, caer una y mil veces en los mismos errores, no te puedes fiar de mí, por eso después de esta confesión concédeme la gracia de que el dolor que ahora siento me sirva de fuerzas para luchar en los momentos en que torpemente, no me porto como un hijo tuyo”.
No sé que experiencia tienes tú sobre este sacramento. Quizás lleves algún tiempo sin recibirlo. Yo no me escandalizo de eso, y me gusta pensar que cuando alguien está lejos de los sacramentos es por desconocimiento de los bienes que estos le reportan: por falta de formación o de pura información doctrinal.
Porque es lógico pensar que cuando una persona, que se sabe débil, y que ve que a pesar de la buena voluntad que debemos presuponer en todos, (por que nadie conoce su corazón sino Dios); Sabe y confía en que el remedio que su corazón necesita es volver a tratar al Señor.
No escatimaría, ni desperdiciaría ese regalo precioso que Dios nos hace al llamarnos una y otra vez a pedir perdón y recomenzar, con su ayuda.
Recuerdo que me decían cuando pequeña, que a Dios le disgustaba cuando torpemente hacíamos mal a alguien o contra nosotros mismos, por que somos hijos suyos. Pero que era mucho más grande su gozo, al ver que cuando pecamos, pedimos perdón y rectificamos.
- Esta imagen de Padre-. Es la mejor razón que nunca me pudieron dar para amar la confesión, como un regalo precioso. “Un Don verdadero, por el que tendríamos que dar gracias muchas veces”
S. Juan nos dice:
”Si decimos: -No tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no esta en nosotros” Y el mismo Jesús cuando nos enseña a orar nos invita a que digamos: “Perdona nuestras ofensas”.
Sabiendo que aun después de haber recibido el bautismo. Éste no suprime la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios.
Esta lucha, de levantadas y caídas es la tarea ininterrumpida para todos los hombres y mujeres que formamos la Iglesia que “recibe en su seno a los pecadores” y que busca por tanto sin cesar la purificación, la penitencia y renovación.
A lo largo de la historia y en la praxis constante de la Iglesia, el “ministerio de la reconciliación“. Concedida mediante los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia, se ha sentido siempre como una tarea pastoral muy relevante, realizada por obediencia al mandato de Jesús como parte esencial del ministerio sacerdotal.
La celebración del sacramento de la Penitencia ha tenido en el curso de los siglos un desarrollo que ha asumido diversas formas expresivas. Conservando siempre, sin embargo, la misma estructura fundamental, que comprende necesariamente, además de la intervención del ministro que juzga y absuelve, atiende y cura en nombre de Cristo, los actos del penitente: la contrición, confesión y satisfacción.
La Iglesia que también es Santa por que su fundador fue Jesús, y la asiste sin interrupción el Espíritu Santo, hace posible este esfuerzo de conversión, no solo como una obra humana. Si no que como S. Juan nos recuerda “Nadie puede venir a Mí, si el Padre no le trajere. . .”
O lo que es igual: “ Es Dios, quien habiéndonos amado primero, ha previsto y facilitado el que el corazón arrepentido pueda; atraído y movido por la gracia, responder al amor misericordioso de Dios.
Esa es la razón del Sacramento de la Reconciliación. Verdaderamente es el Amor de Dios, el único que nos debe mover a conversión, a desear la reconciliación con Dios y con Él y por Él con todos los que nos rodean.
Conocido es de todos, las reservas que muchas personas que se llaman cristianos y católicos y lo son, por razón de su Bautismo, exponen para suprimir de su vida este precepto de la Iglesia. A pesar de suprimir igualmente la vía de la Gracia.
Son razones que de antemano demuestran una falta de formación, en cuanto a los efectos o condiciones del sacramento.
Otros se amparan en que les es difícil ver la trascendencia del Ministerio sacerdotal, y se cuestionan vagamente la necesidad de hacer una confesión personal y auricular, juzgando en muchos casos la rectitud o virtud del sacerdote que conozca.
Otros quizás hayan logrado encontrar otras razones y muchos hasta prefieren hacer terapias, con profesionales de la salud mental.
Pero todas esas razones, siguen denunciando falta de información, acerca del Sacramento.
Uno de los mayores errores con los que nuestra sociedad, los medios de comunicación, y la rutina diaria, atacan o disfrazan la necesidad de la confesión sacramental, es anulando o disimulando el sentido de pecado.
A través de la repetición de actos y situaciones que socialmente son admitidas pero que no son por ello buenas para el alma.
Situaciones y actos que deberían ser materia de confesión por los atentados a la caridad que es a fin de cuentas sobre la que se debe basar un buen examen para la confesión.
Las faltas de amor, son de eso de lo que nos van a juzgar: Las faltas de amor para con Dios, que se pueden entender cuando se cree y se conoce que Él nos amó primero, y que de alguna manera tenemos con el una deuda de Amor.
Deuda que es mayor, tanto en cuanto se va adquiriendo o reconociendo la bondad de Dios para con nosotros.
Este hecho, es algo que a veces le choca a los que viven en nuestro entorno. Y que nos ven luchar y tener ciertas costumbres piadosas:
-¿Cuántas veces, has notado cara de asombro o han quitado importancia a tu necesidad de confesar?.
Les es difícil comprender, que si nos sentimos cerca, amigos de Dios, tengamos esa sensación de culpabilidad, según ellos, y a veces quizás también hayamos notado esa sensación.
Si te detienes un momento a pensar en la predicación de Jesús, en su actuar y en las enseñanzas de la Iglesia tendremos quizás que renovar nuestras intenciones. Es el amor de Dios, lo que ha de primar, “Dios es amor”.
Con este pensamiento en primer lugar, se hace más comprensible la necesidad del verdadero arrepentimiento, al reconocer que nuestro actuar, nuestras faltas de caridad, no son propias de un hijo de Dios, al que le ha dejado de herencia un único mandato: “Amarle a El por encima de todas las cosas y al prójimo, (Próximo, cercano) como a nosotros mismos”.
No sirve, no basta, como algunos piensan que nuestra confesión es un descargar por la boca lo que pesa en nuestra alma.
Otros incluso llegan a ver en el acto externo de la confesión tal y como lo manda la Iglesia un modo de alineación y de tranquilizamiento de conciencias inmaduras.
Esta y otras muchas versiones pueden suscitarse desde los sectores interesados en hacer concesiones, a costa del deposito de la fe, como sí quisiéramos inventar una vida cristiana más fácil, también en esto al hombre le ataca la tendencia al menor esfuerzo.
Sin embargo El Concilio Vaticano II, mantiene intacta la doctrina de la Iglesia al respecto de este sacramento. Y a pesar de que algunos niegan el dogma de fe que nos enseña que la confesión privada fue instituida por Dios, y dicen que fue instituida por la Iglesia y que podría ser cambiada o que no es tan importante.
Para éstos, bueno será recordarles:
”Que la misión confiada por Cristo a los Apóstoles es el anuncio del Reino de Dios y la predicación del Evangelio van inducidas a la conversión del hombre
La tarde del día mismo de su Resurrección, cuando es inminente el comienzo de la misión apostólica, Jesús da a los Apóstoles, por la fuerza del Espíritu Santo, el poder de reconciliar con Dios y con la Iglesia a los pecadores arrepentidos: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”
Posteriormente todos los testimonios desde los primeros siglos del cristianismo dan fe de la práctica de la confesión privada desde siempre.
El IV Concilio de Letrán (1215), prescribe la obligatoriedad de confesarse una vez al año como mínimo. Concretando en una norma la necesidad y el precepto divino de confesarse.
Después del Concilio Vaticano II, a pesar de que no han cambiado las normas hay cierto relajamiento y confusión, llegando a darse casos por ejemplo de que personas con poca formación han interpretado que el participar en celebraciones penitenciales puntuales, que suelen ser frecuentes en las Iglesias locales en tiempo de cuaresma o con motivo de celebraciones puntuales de sacramentos en comunidad como son las primeras comuniones, convalidaba de alguna forma el efecto del sacramento.
Una vez más la Iglesia, madre y depositaria de nuestra fe nos insiste en que las “condiciones para una buena confesión”, necesitan algo más:

*"Condiciones para hacer una buena confesión"

CONDICION PARA HACER UNA BUENA CONFESION:
- El examen o reconocimiento de que nuestros pensamientos, obras u omisiones, atentan contra el amor a Dios, a los demás o a nosotros mismos.
Recordando como hemos dicho al principio, es difícil hablar del sacramento de la Reconciliación con quien esta convencido de que no tiene pecado. Pero como también hemos visto por medio de S. Juan, el que eso afirma, está en un error, probablemente involuntario, pero esta equivocado.
Lo más probable es que nunca se haya detenido a examinar detenidamente lo que da vueltas en su interior: sus pensamientos, sus obras, sus omisiones, para con Dios, para con los que le rodean, y para consigo mismo.
Muchas personas desean confesarse pero no recuerdan como hacerlo, no saben que decir ni como decirlo.
Eso es comprensible humanamente, por eso en este capitulo nos detendremos un poquito en este apartado, con el fin de dar pequeñas pistas que puedan ayudarnos a hacer un buen examen, para nuestra próxima confesión.
El examen de conciencia esta basado como hemos dicho al principio, en encontrar a la luz de nuestra conciencia aquellas obras, pensamientos, deseos u omisiones con los que hayamos podido faltar al amor de Dios. O a la caridad que le debemos a los demás, por amor de Dios, por que todas las personas son hijos suyos.
Todas las cosas que Dios quiere para nosotros están contenidas en los Díez Mandamientos; La iglesia como guía y tutora de los hijos de Dios aconseja algunas otras normas que debemos cuidar y que nos aclaran ciertas dudas de mínimos (como yo digo).
Es decir el contenido en los mandamientos de la santa madre Iglesia es un mínimo de condiciones que debería cumplir un cristiano.
Todos ellos, ( constan solo de cinco consejos), podrían ser cambiados o estudiados por la autoridad competente puesto que es ciertamente ley de la Iglesia, inspirados siempre por el Espíritu Santo para guiar a su grey. Más los otros diez, permanecerán y permanecen como lo que Dios Padre recomienda vivir a sus hijos para que el mundo les reconozca como hijos suyos.
Atentar contra cualquiera de ellos se considera estar en pecado mortal, (Haber cometido una falta que nos aleja del amor de Dios y de la Iglesia)
Estos preceptos divinos se nos enseña a vivirlos desde muy pequeños, en las catequesis, en los consejos que recibimos de nuestros padres o en el colegio.
Son fáciles por tanto de encontrar si no los recuerdas; Pero si quieres podemos recordarlos ahora juntos e irnos planteando cuestiones que puedan asemejarse a nuestras situaciones personales y que nos den la medida exacta de en que cosas, cuantas veces, Tu y yo hemos cometido acciones o mantenido pensamientos o hemos dejado de hacer (Omisiones), lo que Dios nos mandaba.
Antes de intentar concretar un examen que pudiera ayudarte quiero recordarte lo que el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña sobre los Diez Mandamientos o “El Decálogo”:
“Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios, nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza humana.
El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la “Ley natural”
“Los diez mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves.
Son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes, Nadie podría dispensar de ellos.
Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano”.

*"Preparación para una buena confesión"

PREPARACIÓN PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN.
Antes de nada, si de verdad queremos hacer una buena confesión tenemos que tomar conciencia de lo que es.
Tanto si hace mucho tiempo que no nos confesamos (recordar que la Iglesia recomienda al menos hacerlo una vez al año, en peligro de muerte o si se ha de comulgar). Como si acostumbramos a hacerlo con frecuencia debemos revisar nuestra vida para ver en que cosas nos estamos alejando de lo que deberíamos hacer como buenos hijos de Dios y hermanos de los demás hombres.
Por lo cual, como es de vital importancia para nuestra vida espiritual, haremos un esfuerzo mental por ponernos o sabernos en la presencia de Dios y pidiendo ayuda al Espíritu Santo, iremos revisando con humildad y detenimiento nuestro actuar desde la última confesión. Podemos empezar con una oración preparatoria. Algunas personas suelen usar oraciones ya escritas por ejemplo esta:
“Señor, Dios mío, que conoces las conciencias de los hombres: dame la gracia de examinar sinceramente la mía, de manera que descubra mis pecados, para que confesándolos bien y enmendándome de ellos, merezca tu perdón y gracia en la tierra y la entrada en el cielo. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén”.
Lo importante es tener presente, que conociendo nuestras debilidades y nuestra facilidad para apartarnos del camino en el que nos encontramos con Él, La confesión es el medio por el que se nos perdonan nuestros pecados y volvemos a la vida de la gracia.
Quizás te pueda ayudar a hacer un buen examen, ir revisando los mandamientos de la ley de Dios .
Podemos dividirlos en dos grupos bien diferenciados el primero: “Amaras al Señor Tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, que son de los que se ocupa los tres primeros.
Y el segundo grupo que recogería el contenido de los siete restantes y que se agrupan bajo la intención: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo.“
Te dejo un enlace con un blog que encontre casualmente pero que quizás te ayude.

*"Amaras a Dios sobre todas las cosas"

- 1º mandamiento: “Amaras a Dios sobre todas las cosas”
¿Cuándo pecamos contra el primer mandamiento?
-Pecamos contra el primer mandamiento cuando vivimos queriendo ignorar a Dios en nuestra vida, cuando no le tratamos, o rechazamos las verdades de nuestra fe.
-Cuando desesperamos, dudando de la misericordia de Dios, fomentamos estados de desesperación o presunción.
-Cuando mostramos indiferencia, tibieza o apatía por el culto a Dios.
Este mandamiento por tanto nos invita a: rezar bien, con frecuencia.
A cuidar todo lo que se refiera a nuestra fe.
Para nuestro particular examen podríamos preguntarnos:
- ¿He admitido en serio alguna duda contra las verdades de la Fe?
- ¿He llegado a negar la fe o algunas de sus verdades, en mi pensamiento o delante de los demás?
- ¿He desesperado de mi salvación o he abusado de la confianza en Dios, presumiendo que no me abandonaría, para pecar con mayor tranquilidad?.
- ¿He murmurado interna o externamente contra el Señor cuando me ha acaecido alguna desgracia?.
- ¿He abandonado los medios que son por sí mismos absolutamente necesarios para la salvación?.
- ¿He procurado alcanzar la debida formación religiosa?.
- ¿He hablado sin reverencia de las cosas santas, de los sacramentos, de la Iglesia, de sus ministros?.
- ¿He abandonado el trato con Dios en la oración o en los sacramentos?.
- ¿He practicado la superstición o el espiritismo?.
- ¿Pertenezco a alguna sociedad o movimiento ideológico contrario a la religión?.
- ¿Me he acercado indignamente a recibir algún sacramento?.
- ¿He leído o retenido libros, revistas o periódicos que van contra la fe o la moral?, ¿Los di a leer a otros?.
- ¿Trato de aumentar mi fe y amor a Dios?.
- ¿Pongo los medios para adquirir una cultura religiosa que me capacite para ser testimonio de Cristo con el ejemplo y la palabra?.
- ¿He hecho con desgana las cosas que se refieren a Dios?.

miércoles, 27 de agosto de 2008

*no tomarás el Nombre de Dios en vano

2º mandamiento: “No tomaras el nombre de Dios en vano”
Este mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor. Prohibiendo abusar del nombre de Dios, es decir, todo uso inconveniente del nombre de Dios, de Jesús, de la Virgen María y de todos los santos.
Aconseja no hacer promesas sin importancia en nombre de El Señor. Así como prohíbe proferir contra Dios; interior o exteriormente- palabras de odio, de reproche, de desafío, injuriando a Dios y faltándole al respeto en las expresiones. A eso es a lo que llamamos “blasfemar”
- ¿He blasfemado? ¿Delante de otros?
- ¿He hecho algún voto, juramento o promesa y dejado de cumplirlo por mi culpa?.
- ¿He honrado el santo nombre de Dios?¿He pronunciado el nombre de Dios sin respeto, con enojo, burla o de otra manera poco reverente?.
- ¿He hecho un acto de desagravio, al menos interno, cuando oigo alguna blasfemia o veo que se ofende a Dios?
- ¿He jurado sin necesidad? ¿Lo he hecho sin verdad, sin prudencia o sin madura consideración o por cosa de poca importancia?.
- ¿He jurado hacer algún mal? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse?.

*Santificarás la fiesta.

3º mandamiento de la ley de Dios y primero al cuarto mandamiento de la Iglesia: “Santificarás las fiestas”.
La celebración o dedicación del domingo como día del señor, es una costumbre y mandato que esta fundamentado en la tradición de la historia de Salvación que Dios hace con su pueblo: la creación, la liberación de Israel, como signo de la alianza debe ser para el Señor. Es un día de protesta contra las servidumbres del trabajo y el culto al dinero.
Los judíos celebran el sábado, que es lo que vemos en las escrituras. Los cristianos celebramos el domingo por ser este el día de la Resurrección. El mandamiento de la Iglesia determina y precisa la ley del Señor:
”El domingo y demás días de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa”. Cumpliendo este precepto quien asiste a ella, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde (vísperas)
Todo cristiano debe evitar imponer, sin necesidad, a otros impedimentos para guardar el día del Señor.
- ¿Creo todo lo que enseña la Iglesia Católica? ¿Discuto sus mandatos olvidando que son mandatos de Cristo?.
- ¿He faltado a Misa los domingos o fiestas de guardar? ¿Me he distraído voluntariamente en ella o llegado tan tarde, que no haya cumplido con el precepto?.
- ¿He impedido que oigan la Santa Misa los que dependen de mí?
- ¿He trabajado corporalmente o he hecho trabajar sin necesidad urgente un día de precepto, por un tiempo considerable?.
- ¿He observado la abstinencia los viernes de Cuaresma?.
- ¿He realizado un acto de penitencia si no he guardado la abstinencia los demás viernes del año? ¿He dejado de ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, además de vivir en esos días la abstinencia?.
- ¿Cumplí la penitencia que me impuso el sacerdote en la última confesión?.
- ¿He hecho penitencia por mis pecados?.
- ¿Me he confesado de mis pecados mortales al menos una vez al año
- ¿Me he acercado a recibir la comunión en el tiempo establecido para cumplir con el precepto pascual?.
- ¿Me he confesado para hacerlo en estado de gracia?.
- ¿Excuso o justifico mis pecados?
- ¿Me he callado en la confesión por vergüenza algún pecado grave?. ¿He comulgado después alguna vez?.
- ¿He guardado la disposición del ayuno una hora antes del momento de comulgar?.

* Honrrarás a tu padre y a tu madre.

4º mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre”
“El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto de sus patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria”.
Este mandamiento implica y sobreentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas.
Si eres hijo, puedes preguntarte:
- ¿He desobedecido a mis padres o superiores en cosas importantes?
- ¿Tengo un desordenado afán de independencia que me lleva a recibir mal las indicaciones de mis padres simplemente porque me lo mandan? ¿Me doy cuenta que esta reacción está ocasionada por la soberbia?
- ¿Los he entristecido con mi conducta?
- ¿Los he amenazado o maltratado de palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
- ¿Me he sentido responsable ante mis padres del esfuerzo que hacen para que yo me forma, estudiando con intensidad?
- ¿He dejado de ayudarles en sus necesidades espirituales o materiales?
- ¿Me dejo llevar del mal genio y me enfado con frecuencia sin motivo justificado?
- ¿Soy egoísta con las cosas que tengo y me duele dejarlas a los demás hermanos?
- ¿He reñido con mis hermanos?
- ¿He dejado de hablarme con ellos y no pongo los medios necesarios para la reconciliación?
- ¿Soy envidioso doliéndome si destacan más que yo en algún aspecto?
- ¿He dado mal ejemplo a mis hermanos?
Como padres, también tenemos unas obligaciones, ¿cómo las vivimos?
(Nuestra situación o cargo, nos hace responsables del ejemplo que somos para nuestros inferiores)
- ¿Desobedezco a mis superiores en cosas importantes?
-¿Permanezco indiferente ante las necesidades, problemas, sufrimientos, etc., de la gente que me rodea, singularmente de los que están cerca de mí por razones de convivencia, trabajo, etc.?
- ¿Soy causa de tristeza para mis compañeros de trabajo por negligencia, descortesía, mal carácter, etc.?
- ¿He dado mal ejemplo a mis hijos no cumpliendo con mis deberes religiosos, familiares o profesionales? ¿Los he entristecido con mi conducta?

- ¿Los he corregido con firmeza en sus defectos o se los he dejado pasar por comodidad? ¿Corrijo siempre a mis hijos con justicia y por amor a ellos o me dejo llevar por motivos egoístas o de vanidad personal, porque me molestan, porque me dejan mal ante los demás, porque me interrumpen, etc.?.
- ¿Les he amenazado o maltratado d palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
- ¿He descuidado mi obligación de ayudarles a cumplir sus deberes religiosos, de evitar las malas compañías, etc.?
- ¿He abusado de mi autoridad y ascendiente forzándoles a recibir los sacramentos, sin pensar que por vergüenza o excusa humana, podrán hacerlo sin las debidas disposiciones?
- ¿He impedido que mis hijos sigan la vocación con que Dios les llama a su servicio o les he puesto obstáculos o les he aconsejado mal?
- ¿Me preocupo de un modo constante de su formación en el aspecto religioso?
- Al orientarles en su formación profesional,¿me he guiado por razones objetivas de capacidad de medios, etc. O he seguido más bien los dictados de mi vanidad o egoísmo?
- ¿Me he opuesto a su matrimonio sin causa razonable?.
- ¿Soy prudente a la hora de orientar sus diversiones?
- ¿He tolerado escándalos o peligros morales o físicos entre las personas que viven en mi casa?
- ¿Sacrifico mis gustos, caprichos, diversiones, etc., para cumplir con mi deber de dedicación a mi familia?


- ¿Procuro hacerme amigo de mis hijos? ¿He sabido crear un clima de familiaridad evitando la desconfianza y los modos que impiden la legitima
libertad de los hijos?
- ¿Evito conflictos con los hijos quitando importancia a pequeñeces que se superan con un poco de perspectiva y de sentido del humor?
- ¿Hago lo posible por vencer la rutina en el carió a mi consorte?
- ¿Soy amable con los extraños y me falta esa caridad en la vida familiar?
- ¿He reñido con mi consorte? ¿Ha habido malos tratos de palabra oí de obra?
- ¿He fortalecido la autoridad de mi cónyuge, evitando reprenderle, contradecirle o discutirle delante de los hijos?
- ¿Le he desobedecido o injuriado? ¿He dado con ello mal ejemplo?
- ¿Me quejo delante de la familia de la carga que suponen las obligaciones domésticas?
- ¿He dejado demasiado tiempo solo a mi consorte?
- ¿He procurado avivar la fe en la providencia y ganar lo suficiente para poder tener o educar a los hijos?
- ¿Pudiendo hacerlo he dejado de ayudar a mis parientes o amigos en sus necesidades espirituales o materiales?
RESUMIENDO:
Si eres Hijo: ¿Has respetado, obedecido, cuidado y alimentado a tus padres?.
Si eres Padre: ¿Has enseñado a tus hijos las verdades fundamentales de nuestra fe? ¿Los educas y corriges como es debido? ¿O acaso les das mal ejemplo con tu modo de hablar, con tu modo de proceder?
Si estas casado: ¿Eres fiel, cariñoso, moral, paciente, como cónyuge auténticamente cristiano?
Si eres superior: ¿Mandas como debes y lo que debes y tratas con caridad y justicia a tus subordinados?
Si eres inferior: ¿Respetas y obedeces a tus superiores con la fidelidad debida?
Si eres empleado u obrero: patrono, tutor, médico, maestro, juez, abogado, policía, sacerdote, religioso, etc. ¿Cumples con justicia las obligaciones de tu cargo.

^No matarás

5º mandamiento:”No matarás”
Este mandamiento está en función del respeto a la vida y a la dignidad de la persona, invitando a la legitima defensa de la propia vida, por lo que son contrarios a él: toda práctica que pueda ocasionar la perdida o puesta en peligro de la vida humana: el homicidio voluntario, el aborto, la eutanasia, el suicidio, el escándalo o la actitud que pueda causar un daño moral a otra persona.
Así mismo se nos aconseja u obliga a buscar el respeto y cuidado de la salud de las personas, evitando los excesos y consumos de sustancias que puedan perjudicarla.
Tener respeto a la persona, supeditándose la ciencia y la investigación científica. Poniéndose estas al servicio del hombre y no a la inversa.
El respeto de la integridad corporal: luego son contrarios a este mandamiento las prácticas de secuestros, terrorismo, tortura, etc.
Nos invita también a buscar la paz, evitar la guerra.
- ¿Tengo enemistad, odio o rencor contra alguien?
- ¿He dejado de hablarme con alguien y me niego a la reconciliación o no hago lo posible por conseguirla?
- ¿Evito que las diferencias políticas o profesionales degeneren en indisposición, malquerencia u odio hacia las personas?
- ¿He deseado un mal grave al prójimo? ¿Me he alegrado de los males que le han ocurrido?
- ¿Me he dejado dominar por la envidia?
- ¿Me he dejado llevar por la ira? ¿He causado con ello disgusto a otras personas?
- ¿He despreciado a mi prójimo? ¿Me he burlado de otros o les he criticado, molestado o ridiculizado?
- ¿He maltratado de palabra o de obra a los demás?
- ¿Pido las cosas con malos modos, faltando a la caridad?
- ¿He llegado a herir o quitar la vida al prójimo? ¿He sido imprudente en la conducción de vehículos ?
- ¿He aconsejado, practicado o inducido a abortar a alguien? Sabiendo que es un pecado gravísimo que lleva consigo la excomunión.
- ¿He contribuido a adelantar la muerte a algún enfermo con pretextos de evitar sufrimientos o sacrificios, sabiendo que la eutanasia es un homicidio?
- ¿He descuidado mi salud? ¿He atentado contra mi vida?
- ¿Me he embriagado, o tomado drogas?
- ¿Me he dejado llevar por la gula: es decir por el placer de comer y beber más allá de lo razonable?
- ¿Me he deseado la muerte sin someterme a la providencia de Dios?
- ¿Me he preocupado dl bien del prójimo, avisándole del peligro material o espiritual en que se encuentra o corrigiéndole como pide la caridad cristiana?
- ¿He descuidado mi trabajo, faltando a la justicia en cosas importantes? ¿Estoy dispuesto a reparar el daño que se haya seguido?
- ¿Procuro acabar bien el trabajo pensando que a Dios no se le deben ofrecer cosas mal hechas? ¿Realizo el trabajo con la debida pericia y preparación?
-¿He abusado de la confianza de mis superiores? ¿Facilito el trabajo o estudio de los demás o lo entorpezco de algún modo?
- ¿He sido perezoso en el cumplimientote mis deberes?
- ¿Retraso con frecuencia el momento de ponerme a trabajar o estudiar?
- Tolero abusos o injusticias que tenga obligación de impedir?

* No cometerás actos impuros

6º mandamiento: ”no cometerás actos impuros”
La tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la globalidad de la sexualidad humana. Aspecto este que abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de alma.
Concierne especialmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro. Buscando el respeto a la integridad de la persona, y la fidelidad a las vocaciones particulares de cada ser.
La castidad aparece como una escuela de donación de la persona, el que la practica es ante el prójimo un testigo de la fidelidad y ternura de Dios. La castidad tiene determinados compromisos según el estado de vida, según sean casadas o célibes.
- ¿Me he entretenido con pensamientos o recuerdos deshonestos o impuros?
- ¿Me he dejado llevar de malos deseos contra la virtud de la pureza, aunque no las haya puesto por obra? ¿Había alguna circunstancia que los agravase: parentesco, matrimonio, consagración a Dios, en las personas a las que se dirigían?
- ¿He tenido conversaciones impuras o he asistido a espectáculos que me ponían en ocasión grave de pecar?
-¿He hecho acciones impuras? ¿Solo o con otras personas? ¿Cuántas veces? ¿Del mismo o distinto sexo? ¿Había alguna circunstancia de parentesco que le diera especial gravedad?
-En el noviazgo: ¿Es el amor verdadero la razón fundamental de esas relaciones? ¿Tengo el constante y alegre sacrificio de no poner el cariño en peligro de pecar?
- ¿Degrado el amor humano confundiéndolo con el egoísmo, o mis relaciones están inspiradas no por afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza?
- ¿Me acerco con más frecuencia al sacramento de la Penitencia durante el noviazgo para tener más gracia de Dios?
- ¿Me han alejado de Dios esas relaciones?
ESPOSOS
-¿He usado indebidamente del matrimonio?
-¿He negado su derecho al otro cónyuge?
-¿He faltado a la fidelidad con deseos o de obra?
-¿Evito los hijos sin una causa justificada de salud o grave economía?
-¿Influyo en crear un ambiente antinatalista?

*No robarás

7º mandamientote la ley de Dios y quinto de la Iglesia: “No robarás”
“El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes.
Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.
Con miras al bien común exige el respeto del destino universal de los bienes y del derecho a la propiedad privada.
La vida cristiana se esfuerza por ordenar a Dios y a la caridad fraterna los bienes de este mundo”.
El respeto de la dignidad humana exige la practica de la virtud de la templanza para moderar el apetito a los bienes de este mundo; De la justicia, para preservar los derechos del prójimo y darle lo que es debido; y de la solidaridad.
- ¿He robado algún objeto o alguna cantidad de dinero? ¿He reparado o restituido pudiendo hacerlo? ¿Estoy dispuesto a realizarlo?.
¿He cooperado con otros en algún robo o hurto? ¿Había alguna circunstancia que lo agravase, por ejemplo, que se tratase de un objeto sagrado, etc.?¿La cantidad o el valor de lo apropiado?
- ¿Retengo lo ajeno contra la voluntad de su dueño?
- ¿He perjudicado a los demás con engaños, trampas o coacciones en los contratos, condiciones de trabajo o relaciones comerciales?
- ¿He engañado cobrando más de lo debido?
- ¿He gastado más de lo que permite mi posición?
- ¿He cumplido debidamente con mi trabajo, ganándome el sueldo que me corresponde?
- ¿He dejado de dar lo conveniente para ayudar a la Iglesia?
- ¿Hago limosna según mi posición económica?
- ¿He llevado con sentido cristiano la carencia de cosas necesarias?
- ¿He defraudado a mi consorte en los bienes?
-¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldos?
- ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás?
-¿Me he dejado llevar por el favoritismo, acepción de personas. Faltando a
la justicia en el desempeño de cargos o funciones públicas?
- ¿Cumplo con exactitud los deberes sociales: pago de seguros sociales, etc. con mis empleados?
- ¿He pagado los impuestos que son de justicia?
- ¿He prestado mi ayuda a programas de acción social y política inmorales y anticristianos?.

*No dirás falso testimonio, ni mentirás

8º mandamiento; “No dirás falso testimonio, ni mentirás”
El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y quiere la verdad.
- ¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse? ¿Miento habitualmente en cosas de poca importancia?
- ¿He descubierto sin causa justificada , defectos graves de otra persona, aunque sean ciertos, pero no conocidos?
- ¿He reparado el mal hablando bien de esa persona ?
- ¿He calumniado atribuyendo a los demás lo que no era verdadero? ¿He reparado el daño o estoy dispuesto a hacerlo?
- ¿He dejado de defender al prójimo difamado o calumniado, pudiendo hacerlo?
- ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otras personas ? ¿He rectificado ese juicio inexacto?
- ¿He revelado secretos importantes de otros, descubriéndolos sin justa causa? ¿EL reparado el daño seguido?
- ¿He hablado mal de otros por frivolidad, envidia o por dejarme llevar del mal genio?
- ¿He hablado mal de los demás -personas o instituciones- con el único fundamento de: “Me contaron, se dice. .”Es decir ¿He cooperado de esta manera a la calumnia y murmuración?
- ¿Tengo en cuenta que las discrepancias políticas, profesionales o ideológicas no deben ofuscarme hasta el extremo de juzgar o hablar mal del prójimo, y que esas diferencias no me autorizan a descubrir defectos morales a menos que lo exija el bien común?
- ¿He revelado secretos sin justa causa? ¿He hecho uso en provecho personal de lo que sabía por silencio de oficio? ¿He reparado el año que cause con mi acción?
- ¿He abierto o leído correspondencia u otros escritos que por su modo de estar conservados, se desprende que sus dueños no quieren dar a conocer?
- ¿He escuchado conversaciones contra la voluntad de los que las mantenían?